Medio siglo de un derbi inolvidable
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Hace hoy 50 años, tras igualar en San Mamés el 3-1 que había encajado en Atotxa, el Athletic eliminó de la Copa a la Real en la primera tanda de penaltis de su historiaEn uno de los artículos que escribió aquel día, todavía con las pulsaciones muy altas después de casi tres horas de vértigo, Francisco Echeverría se ... preguntaba en las páginas de este periódico sobre qué sucedería si todos los partidos tuvieran la misma carga emotiva del que acababa de presenciar en San Mamés. Y se respondía a bote pronto: «Sería, sin duda, algo insoportable. No se podría volver cada domingo a los campos de juego». Es posible que aquel 15 de junio de 1975, de regreso a sus casas, muchos hinchas del Athletic pensaran lo mismo: que conmociones como la que acababan de vivir, incluso teniendo un final feliz, no podían ser saludables y era mejor disfrutarlas sólo muy de vez en cuando.
Aquel día, además, la afición del Athletic vivió una experiencia nueva dirigida directamente contra su sistema nervioso: la tanda de penaltis. Este sistema para deshacer empates que se enquistaban hasta el final de la prórroga había sido adoptado por la FIFA en 1970, pero en España no se hizo oficial hasta un año después. El 30 de abril de 1971, en una eliminatoria de Copa entre el Espanyol y el Betis en Sarriá, se utilizó por primera vez. Y de un modo curioso: cada equipo lanzó los cinco penaltis seguidos. Ganaron los sevillanos. El Athletic, por tanto, tardó cuatro años en debutar en esa suerte que tanto ha dado de qué hablar desde entonces. Que lo hiciera en unos cuartos de final de Copa contra la Real, tras dos derbis igualadísimos, lo hizo inolvidable.
Lo cierto es que San Mamés se había preparado para sensaciones fuertes ya que a su equipo le tocaba remontar el 3-1 que los txuriurdines le habían endosado una semana antes. El Athletic lo pasó muy mal en Atotxa, encomendado casi siempre a Iribar, pero sobrevivió. «Groggy, pero no KO», advertía este periódico. Rafa Iriondo fue más allá y, al ser preguntado por el 3-1, hizo una exhibición de optimismo tan aparatosa que más de uno pensó que el técnico rojiblanco les estaba tomando el pelo. «Considero bueno el resultado. Creo que en casa podemos remontar sin llegar a la prórroga», afirmó. Acertó a medias.
La Real cometió en San Mamés un error que le acabaría condenando, aunque fuera después de 120 minutos de juego. Elizondo creyó que un serio ejercicio defensivo sería suficiente para que su equipo hiciera valer su ventaja. De ahí la seriedad con la que, en la medular, Murillo se empleó en vigilar a Villar, Urreisti a Amorrortu y Gaztelu a Rojo II. Esta apuesta por el cerrojo no funcionó en lo que al juego se refiere, ya que el Athletic dominó y creó ocasiones, pero lo cierto es que los donostiarras llegaron al descanso con un prometedor empate a uno. Y es que a los rojiblancos les costó un riñón abrir el marcador. No lo hicieron hasta el minuto 38 con un chutazo de Villar llegando en carrera a un mal despeje de Corcuera. Los txuriurdines, sin embargo, igualaron un minuto después con un gran disparo de Gaztelu.
El Athletic apretó el acelerador tras el descanso, sobre todo después de que Carlos, que ese día regresaba al equipo al igual que Txetxu Rojo, firmara el 2-1 en el minuto 50. Las acometidas del Athletic fueron constantes, sobre todo por la banda derecha, donde Lasa, ante el asombro de la mayoría de los espectadores, se revelaba como un lateral de garantías. Su actuación impresionó a Francisco Echeverría, el cronista de EL CORREO. «Si jugase así siempre, de lateral derecho, Ladislao Kubala resolvería para mucho tiempo el problema del '2'», escribió. El empuje del futbolista de Andoain, que acabaría instalándose en el once como un lateral rugiente y desmelenado, ayudó a afilar a todo el equipo y, sobre todo, a su compañero de banda. Siempre al quite, en el minuto 72 Dani aprovechó una falta de entendimiento entre Martínez y Artola para robar el balón e igualar la eliminatoria.
Malos presagios
Entre la tensión, el cansancio, la firmeza de los realistas bajo la lluvia y algunas ocasiones desperdiciadas por parte del Athletic se llegó sin más goles al final del tiempo reglamentario y luego al de la prórroga, donde hasta el árbitro Forés Bachero se resintió del esfuerzo y tuvo que se atendido por unos calambres. Había que ir a los penaltis; un tipo de desenlace que no fue recibido precisamente con buenos presagios por parte de la hinchada bilbaína. Su equipo había lanzado cinco penas máximas esa temporada y sólo había marcado una, de manera que la perspectiva de jugarse la clasificación en una tanda no era muy alentadora.
En el caso del Athletic, los dos primeros lanzadores eran seguros: Dani e Igartua. El primero no era todavía el especialista oficial que fue, pero solía ensayar mucho en los entrenamientos y al míster le gustaban sus paradinhas. El segundo, 'plaza gizon' de Elorrio, era un dechado de confianza. Dani marcó y tras el partido aseguró a la Prensa una cosa curiosa: que estuvo tranquilo al lanzar pero que luego se puso como una pila. «Cuando me fui a la banda, empecé a temblar. Yo creo que se movía hasta el banquillo. Con decirte que para no ver los otros lanzamientos me cubrí la cabeza con una manta».
Peligro para el corazón
Al acierto de Dani siguió el de Corcuera. Al de Igartua, el de Martínez. Goikoetxea, que había saltado al campo en el minuto 116 por si era necesario su concurso desde los once metros, marcó el tercero con una serenidad impropia de un jugador que todavía no había cumplido los 19 años. Urreisti, en cambio, falló en su turno. El balón pegó en el larguero y picó hacia el suelo, justo sobre la raya. Aunque los realistas pidieron gol, el árbitro lo tuvo claro. El Athletic cobraba ventaja, pero Villar se encargó de dilapidarla en el cuarto lanzamiento y Uranga restableció la igualada. 4-4. El público de San Mamés se removía en sus asientos. Aquella nueva experiencia estaba siendo peligrosa para los corazones.
El quinto penalti correspondió a dos hombres de hielo que supieron cumplir su cometido: Madariaga y Amas. 5-5. Había que seguir y les llegó el turno a los porteros, Iribar y Artola, que se engañaron el uno al otro con maestría. La emoción empezaba a ser asfixiante. Si un desaprensivo encendía una cerilla en la grada, aquello saltaba por los aires. Amorrortu se dirigió al punto de penalti con la mirada de un condenado a trabajos forzados. A sus 21 años, le había caído encima una responsabilidad enorme. «No quería tirar el penalti de ningún modo. Soy bastante tranquilo, pero temía perder el control de los nervios en el último segundo. Durante el partido había fallado un par de ocasiones claras y pensaba que, si volvía a fallar, redondeaba la noche», declaró. Amorrortu, pese a todo, mantuvo la serenidad. Acertó a marcar y la responsabilidad pasó a Gaztelu. El legendario centrocampista de Bergara había sido uno de los protagonistas del partido. Había marcado el gol de su equipo y había visto cómo el árbitro le anulaba un segundo tanto en la prórroga por una presunta mano. En ese momento, sin embargo, le pudieron los nervios y golpeó muy mal, alto, por encima del larguero.
La batalla había terminado. San Mamés estalló en una gran ovación a los dos equipos, cuyos jugadores se felicitaron y consolaron con deportividad. Por aquellos días hasta se fotografiaban juntos antes de los derbis. En los vestuarios, como es natural, la alegría de unos contrastaba con la desolación de otros. El de la Real era un poema trágico. Idigoras lloraba desconsolado. Era el más afectado. Sus compañeros tuvieron que sujetarle porque no podía sostenerse en pie. El directivo del Athletic Chelu Aranduy, que se había acercado a saludar, salió impresionado al verle. «Esto es un jugador que ama los colores que defiende. Ahí le tenéis llorando, porque ha perdido su equipo, cosa que no haría un oriundo», expresó, conmovido.
Andoni Elizondo, resignado, reconoció la superioridad de su rival. «El Athletic ha hecho más méritos individualmente y como equipo, eso es indiscutible. Ha llevado la iniciativa y ha tenido muchas ocasiones de marcar». Iriondo estaba feliz y se acordó de sus críticos. «Ya sé que había algunas personas con el hacha levantada para descargarla sobre mi cabeza en el caso de que no resultara Lasa de '2'», dijo. Por cierto, quién le iba a decir que, dos años después, en otra tanda de penaltis histórica, él sería el entrenador del Betis que le ganaría la Copa al Athletic en el octavo lanzamiento.
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