Fallece a los 94 años Alfred Brendel, un pianista ajeno a los dogmas académicos
Tuvo una formación poco convencional y se jactaba de «no tocar más rápido que nadie» y de no ser un virtuoso gesticulante. Era un maestro de la precisión
Se cierra un capítulo dorado del piano clásico con la muerte de Alfred Brendel. Tenía 94 años y sus grandes amores eran la música y ... la poesía, sobre todo desde que le mandaron a Yugoslavia a cavar trincheras en la Segunda Guerra Mundial. Era entonces un adolescente que ya hacía sus pinitos al teclado, pero todavía no se había planteado conquistar los escenarios. Al término de la contienda, no obstante, ya tenía las ideas claras y una seguridad que cautivaba al público. Con apenas 17 años dio su primer recital público, que tituló 'La fuga en la literatura para piano', con obras de Bach, Brahms, Liszt, además de composiciones propias. En 1949, obtuvo el cuarto premio en el prestigioso Concurso Ferruccio Busoni en Bolzano (Italia), que le proporcionó reconocimiento internacional.
El repertorio centroeuropeo, desde Bach a Schoenberg, siempre fue su especialidad, con preferencia por Mozart, Beethoven y Schubert. Fue el primero en grabar las obras completas para piano del genial sordo de Bonn, con una austeridad, precisión y economía de medios que lo diferenciaba de los virtuosos gesticulantes. «Yo no toco más rápido que nadie», sostenía con humor. Brendel era un pozo de sabiduría que no se tomaba en serio. Tenía una sensibilidad que destilaba la experiencia de muchas generaciones inquietas y trashumantes.
Nacido el 5 de enero de 1931 en Wiesenberg, en la región de Moravia, actualmente Checoslovaquia, tenía antepasados alemanes, austriacos, italianos y eslavos. No había un especial interés por la música en su familia, pero sí iniciativa y don de lenguas. Ya entonces era un gran lector de poesía, pero hasta los 67 años no se decidió a publicar sus propios versos. No tenía prisa, porque el teclado le bastaba para desahogarse y volcar todo lo que llevaba dentro. Que era mucho. No le hacía falta más que mirar hacia el pasado para encontrar inspiración...
Formación poco convencional
El padre de Brendel era ingeniero y hombre de negocios, y cuando el pequeño Alfred tenía tres años, la familia se trasladó a Zagreb, donde el progenitor dirigía un cine. En la capital de Croacia comenzó a estudiar piano con Sofija Deželić, pero al estallar la Segunda Guerra Mundial, decidieron marcharse a Graz (Austria), donde recibió clases de Ludovika von Kaan, exalumna de Bernhard Stavenhagen, uno de los discípulos más ilustres de Liszt. Por aquella época también recibió clases de composición con Artur Michl, un organista y compositor local. Pero ahí se quedaron sus estudios formales.
Después de los 16 años, se convirtió esencialmente en autodidacta, aunque asistió a clases magistrales con figuras de la talla de Edwin Fischer, Eduard Steuermann y Paul Baumgartner. Una formación poco convencional que veía como una ventaja, ya que le permitió desarrollar su propio enfoque interpretativo sin atender a dogmas académicos. En 1950 se trasladó a Viena y a los 21 años grabó su primer disco con el Concierto para piano nº 5 de Serguéi Prokófiev.
Su carrera discográfica se desarrolló principalmente con tres sellos: Vox Records, Decca y Philips. En 1970 se afincó en Londres y se mantuvo en activo hasta el 18 de diciembre de 2008, cuando ofreció su último recital en el Musikverein, arropado por la Orquesta Filarmónica de Viena bajo la dirección de Charles Mackerras. Tras su retiro, continuó impartiendo clases magistrales y conferencias, además de seguir con atención la carrera de su hijo, el chelista Adrian Brendel.
Entre sus libros traducidos al castellano, destacan 'Sobre la música: Ensayos completos y conferencias' y 'De la A a la Z de un pianista', ambos en la editorial Acantilado. La faceta poética del genial pianista puede apreciarse en 'Espejo cóncavo y duende negro', un volumen de 330 páginas publicado por editorial Alfar. Son versos cargados de melancolía y humor, orden y desorden, que lo mismo aluden a óperas clásicas que a mascotas y ciudades... Nada le era ajeno a Alfred Brendel. No hay más que escucharle para comprobarlo.
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