Fin a la agonía de 'La familia de la tele'

Tres sarcófagos abiertos esperaban a sus ocupantes desde el inicio de un programa cuya narrativa conectó con la eternidad a la que aspiraban los egipcios –hubo hasta un egiptólogo–. «Nos vamos con la tranquilidad de haberlo intentado, de no tener lastre ni sentir ningún tipo de rencor hacia nada ni nadie», apuntaba María Patiño acompañada de Aitor Albizua e Inés Hernand.

En el sofá de enfrente, Belén Esteban, Lydia Lozano, Kiko Matamoros –con gafas de sol por si lloraba, reconoció–, Víctor Sandoval y Alba Carrillo recordaban algunas de las pocas perlas que ha dejado el espacio en esta treintena de episodios. Jugaron con la posibilidad de que la maldición que pesa sobre el rodaje de la película de 'El mago de Oz' se hubiera trasladado al programa, ya que las promos del mismo transformaban a Patiño en una Dorothy que buscaba regresar a casa.

Por el camino, asuntos como el problema de salud de Lydia Lozano, la Esteban cabreada entre los fogones o un Kiko Matamoros casi siempre cercenado por unos tiempos en antena cada vez más ridículos. Marta Riesco y Javier de Hoyos fueron los que más se emocionaron en un capítulo que terminó con Matamoros, Sandoval y Patiño en el interior de los sarcófagos, arrastrados por un coche en su camino al más allá, seguidas por una desangelada comitiva formada por Alba Carrillo, Belén Esteban y Lydia Lozano, con un rótulo en el que podía leerse: «A Iker Jiménez le gusta esto». Hasta para largarse hay que tener gracia.