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Albania se niega a ser para siempre el patio trasero de Europa. Por eso, insiste en acelerar el proceso ya iniciado de su adhesión a ... la Unión Europea. Esa es la bandera que enarbola su primer ministro, el peculiar Edi Rama, que aspira en las elecciones legislativas celebradas este domingo a ser elegido por cuarta vez consecutiva. Al frente de los socialistas, lleva en el poder desde 2013 y siempre llamando a la puerta de los Veintisiete con la esperanza de que se conviertan en 28. Las encuestas le dan una clara ventaja sobre su rival, el ex primer ministro Sali Berisha, líder del Partido Democrático y de una coalición de veinte formaciones conservadoras cuyo único pegamento es echar del gobierno a Rama. Sobre Berisha, también partidario de unirse a la UE, pesa la sombra de la corrupción y no está bien visto en las instituciones comunitarias. Todo en Albania, también el progreso, va a otro ritmo y los resultados de la cita electoral llegarán el lunes como pronto. Por primera vez, la diáspora puede votar y se suma a los 3,7 millones de albaneses con derecho a pasar por las urnas.
Hasta los años noventa del pasado siglo, Albania fue un lugar aislado, blindado por un régimen comunista. Cada vecino era espía y sospechoso a la vez. Los niños recibían formación militar desde los 12 años. El país era pobre, el más arrinconado de Europa y situado en una esquina del avispero de los Balcanes. Cuando cayó la dictadura, el crimen organizado ocupó el mando. Más pobreza aún. Muchos albaneses optaron por irse a Alemania e Italia. El nuevo siglo pilló a este territorio situado a orillas del Mediterráneo con todo por hacer. Aún sigue así en buena media.
Edi Rama, un artista que ha expuesto sus obras en París y Nueva York, llegó al poder en 2013 con una meta: el ingreso en la Unión Europea, algo que quiere lograr «antes de 2030». En la UE hay miembros reticentes ante la mayoría musulmana de la población albanesa, pero la invasión rusa de Ucrania ha impulsado el proceso de adhesión. Europa no quiere dejar ningún pedazo en la región al alcance de Moscú.
Rama es el candidato más europeísta. Antiguo líder estudiantil opuesto al régimen comunista, ya ha cumplido 60 años. Fue alcalde de la capital, Tirana, y ministro de Cultura antes de dirigir el país. Tiene gestos populistas. Le gusta acaparar titulares. Anunció, por ejemplo, que cerraría TikTok tras la muerte de un adolescente en una pelea convocada a través de esa red social. También acordó con el Gobierno italiano de Georgia Meloni acoger a solicitantes de asilo en centros de detención. Y diseñó un proyecto para convertir una isla del país en un complejo hotelero financiado por Ivanka Trump, hija del ahora presidente de Estados Unidos. Cuando era alcalde de la gris Tirana, ordenó pintar con colores vivos las fachadas de la ciudad para borrar así cualquier vestigio comunista.
No ha podido, en cambio, con la mafia albanesa. El tráfico de cánnabis, cocaína y armas parece invencible. Incluso está impulsando el actual boom inmobiliario en Tirana, que en los años noventa estaba llena de chabolas. A eso se suma toda la maquinaria para el blanqueo del dinero obtenido con actividades criminales en el extranjero. La corrupción también forma parte de esa tela de araña, con acusaciones cruzadas entre los dirigentes políticos de sobornos generalizados. Las organizaciones mafiosas tienen peones en la policía y las instituciones.
Aun así y según el Banco Mundial, el Gobierno de Rama ha logrado un crecimiento económico anual de más del 4% durante el periodo 2022-2024, debido al comercio con la UE y a un auge del turismo que ha superado al de otros países balcánicos. El actual primer ministro es el preferido por Bruselas. Ha alabado a la UE en francés, inglés e italiano. Ve en la Unión Europea la puerta para ingresar por fin en la modernidad. Jura que dará ese paso y será el miembro número 28 durante la siguiente legislatura. La cuarta, para él, algo sin precedentes.
Los sondeos reman a favor de su candidatura. La alternativa es un viejo conocido para los albaneses, Sali Berisha, cardiólogo de 80 años y antiguo primer ministro (2005-13) y primer presidente (1992-97) tras el periodo comunista. Se ha fijado como modelo a Donald Trump y hasta contrató a un asesor del Partido Republicano estadounidense, Chris LaCivita, para diseñar su campaña electoral. Pero no lo tiene fácil al frente de una coalición de 20 formaciones de derecha. Además, le persigue la sombra de la corrupción. Ha sido declarado persona non grata en EE UU y el Reino Unido por sus presuntas relaciones con el crimen organizado. Con él, Europa sería más reticente a admitir en su seno a Albania.
También a Rama le acusan de tener vínculos con la mafia. Y él, alto y con un punto de arrogancia, siempre responde que dejará la política si alguien descubre una mancha de corrupción en su traje. Mientras, aspira a llevar de la mano a su país hacia la Unión Europea en el que puede ser su cuarto mandato.
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