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Poca gente lo sabe, no resulta muy elegante que un monarca naciera así, pero Carlos de Habsburgo fue alumbrado en un retrete. El 23 de febrero de 1500, su madre, Juana I de Castilla 'La loca', que no lo estaba tanto como insisten en repetir, asistía a una fiesta en el Palacio de Prinsenhof, en Gante, junto a su marido Felipe I de Habsburgo 'El Hermoso'. Dicen las malas lenguas que, a pesar de su avanzadísimo embarazo, se presentó allí para vigilar al esposo, muy aficionado a otras faldas. De madrugada le vinieron las ganas de ir al baño… el resto es historia. Una doncella la asistió en el curioso parto del futuro rey de España y Alemania. Pasada la hora cenicienta, el nieto de los Reyes Católicos venía al mundo ya en día 24.
Cuentan que, desde niño, se intuía su querencia a la política y a la estrategia, además de a los ejercicios físicos. Después se descubrió la afición compartida con su padre hacia las mujeres, de ahí que concibiera tres hijos legítimos y otros tantos ilegítimos reconocidos. Amaba la música y era diestro con varios instrumentos, y no se le daba mal cantar. Tras años de intrigas cortesanas y luchas, enfermo y prematuramente envejecido, acabaría abdicando en su hijo Felipe II. Murió en el Monasterio de Yuste el 21 de septiembre de 1558. Tenía 58 años. Su abuelo, Fernando, prefería para el trono al hermano pequeño, el otro Fernando. Había sido criado en tierra propia, al contrario que Carlos, que venía de Flandes. El mayor debió viajar a terrenos peninsulares para tomar posesión de sus reinos. De ese primer viaje van estas líneas, que obedecen la ruta seguida desde el desembarco en Tazones de este rey coronado después como Carlos I de España y V de Alemania. Un atraque accidental debido al mal tiempo, que le impidió desembarcar en Santander. Se trata de la 'Ruta de la llegada del príncipe Carlos, 1517'.
No sería sencilla la travesía. Carlos no conocía el hogar de sus ancestros, tampoco conocía demasiado a sus progenitores. Su primer viaje recorrería suelo ahora asturiano, cántabro y castellano hasta Tordesillas, donde vivía su madre; Mojados, localidad en la que residían sus hermanos Fernando y Leonor, y Valladolid, la capital. El navío arribó al puerto de Tazones el 19 de septiembre. Como nadie le esperaba, cuentan que al principio temieron que fuera un pirata. No había espacio para ofrecer cama a tanto noble, por eso decidió ir a Villaviciosa, donde permaneció tres días para descansar en la casa de Rodrigo de Hevia. Recibió la visita de las autoridades locales que deseaban presentar sus respetos. Parece que llegaron con regalos, toneles de vino, cestos de pan blanco, bueyes y carneros, no se fueran a quedar con hambre. Y decidieron que lo mejor para entretenerle era exhibir las tradiciones locales, de ahí que el día 21 se corrieran toros.
Alfonso X, fundó en 1270 la Puebla de Maliayo, y otorgó los fueros que la elevaron a villa. Creció delimitada por una muralla con cuatro puertas, y en el siglo XIV pasó a denominarse Villaviciosa. Pero en 1484 la desgracia llamó a esas puertas en forma de incendio que acabaría con el casco urbano, y los abuelos de nuestro protagonista, los Reyes Católicos, aportaron el dinero para ayudar a una reconstrucción que finalizaría en el siglo XVII. Surgieron así calles y plazas recién estrenadas, casonas y palacios. Hoy día, mantiene ese pasado en buenas condiciones, de ahí que haya sido declarado Bien de Interés Cultural. Quedan restos de muralla y edificios con galerías corridas y balcones de madera.
Entre los civiles destacan las casonas de Valdés, el palacio de la Torre de la Pedrera y la casona de Hevia. Entre los religiosos, la iglesia de Santa María de la Oliva. Pero quien protagoniza el concejo es el conjunto monástico de Valdediós, formado por las iglesias de San Salvador y Santa María. La primera, prerrománica asturiana, luce título de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Se suman en el resto del concejo, hórreos e iglesias como San Juan de Amandi, San Salvador de Priesca, San Andrés de Bedriñana o Santa María de Lugás.
En Colunga recaló entre 23 y el 24 septiembre. Mar, huertas y olor a sidra se convierten en santo y seña de la localidad que pisaron pies reales. Por ella pasan los peregrinos del Camino de Santiago en dirección hacia San Salvador de Oviedo. Luce orgullosa edificios emblemáticos, los más antiguos del s. XVI, como la ermita de Santa Ana, pequeña capilla levantada en la plaza de Los Mártires. La de Nuestra Señora de Loreto salta ya al XVII y el palacio de los Estrada al XVIII. Tras ellos llegaron inmuebles modernistas y casas de indianos. Pero el que más atañe a esta historia es el Palacio de Los Alonso Covián, donde hubo que alojar al príncipe de manera improvisada, y que no debió parecerle adecuado a su abolengo, pues su cronista tachó la casa de «pobre y miserable».
Siguió hacia Ribadesella, y tuvo que sentir el aroma a la sal del Cantábrico, a la tierra de las sierras que la rodean y al agua dulce del río Sella. El mejor rincón para notarlo es la ermita de Guía. Allí el paisaje da un paso al frente, reina más que un rey. Después tocará caminar por la Ruta Histórica del Puerto, el Paseo Princesa Letizia o el de los Vencedores del Sella. Mojar los pies en la playa Santa Marina, parar ante las construcciones indianas de principios del s. XX. Tras una villa costera, el día 26 llegó otra, Llanes, donde su refinada nariz aspiraría el olor a pescado en el puerto, a mar en las playas y acantilados. Fueron cinco complicadas leguas las que debió completar, pero al entrar lo recibieron con procesión hasta su alojamiento en la casa del noble Juan Pariente. La siguiente jornada escuchó misa en la Iglesia Mayor y asistió a una corrida de toros (otra), «que proporcionó gran diversión, porque los toros eran fieros y malos como ellos solos…», escribiría el cronista. El visitante adorará un casco histórico que conserva parte de muralla, la torre gótica, la Basílica de Santa María y palacios y casas historicistas o modernistas. Todavía en Asturias, apareció después a Colombres, donde ahora resultan adorables las edificaciones indianas, construidas a finales del XIX y principios del XX. Edificios como la Quinta Guadalupe, de estilo ecléctico; la Casa de Piedra, de estilo montañés; la Casa Roja; la Casa de los Leones o el Ayuntamiento.
El mar dominaba el trayecto, marcaba el rumbo a seguir, esta vez hacia la cántabra localidad de San Vicente de la Barquera. La multitud le recibió bailando. La comitiva real había llegado a la Iglesia Santa María de Los Ángeles, Bien de Interés Cultural, y a la Plaza del Ayuntamiento, donde nobles y Corregidor le invitaron a recorrer la Puebla Vieja, en la cresta de un peñón calizo dominando las marismas, y la Avenida principal, acompañado por su Consejero, seguidos por la Guardia Real.
Del 12 al 13 de octubre estuvo en Treceño, villa rodeada de montes, cuna de Fray Antonio de Guevara, futuro cronista del emperador. Adornada por un conjunto de arquitectura popular, hay palacios y casonas blasonadas de la época barroca. La Casona de Salceda constituye un buen ejemplo de la arquitectura solariega montañesa.
El trajín de este incansable viajero no paraba. Durante toda su vida fue de un lado a otro, era el inconveniente de poseer un gran imperio. Pasó también por Cabezón de la Sal, importante centro de producción del antiguo oro blanco. Su casco histórico cuenta hoy todavía con casas y palacios con escudos, y palacetes de finales del XIX. Habíamos hablado de un cronista futuro, el presente describió un país «muy penoso y montañoso», pero con valles «buenos y fértiles, fue agradable pasar». En el Valle de Cabuerniga, dentro del curso medio y alto del río Saja, observaron bosques caducifolios.
Poco a poco accedieron a Los Tojos, actualmente en plena Reserva Nacional del Saja, donde habitan especies protegidas como el urogallo y el oso. Después a Reinosa, tras muchas penalidades e indispuesto. El trayecto, aunque bonito, no le había sentado muy bien. Hubo tormentas, nieblas, barro. Olor a estiércol y «un tiempo frío, feo y desapacible». Era 15 de octubre y permaneció allí nueve días, hasta el 24. La actual capital histórica del valle de Campoo conserva algunas edificaciones civiles de interés histórico-artístico, torres de origen medieval, casas blasonadas y otras populares adornadas con galerías y soportales. Además de una iglesia parroquial, la de San Sebastián, de estilo barroco.
El cambio a las ahora tierras palentinas amaneció en Aguilar de Campoo. Conjunto Histórico Artístico, es un enclave artístico y patrimonial rodeado de montañas y monumentos románicos. Sus casas y palacios tienen más de cien escudos, y pemanecen las puertas de la muralla medieval.
De allí pasó a Herrera de Pisuerga, a donde volvería, por cierto, durante su segundo viaje, el 31 de julio de 1522. Se alojó en la casa de Pedro de Velasco. Otra, la de Jacinto Félix Salazar, señor de Nogales de Pisuerga, en la Plaza de Santa Ana, muestra escudo del s. XVII. La Plaza Mayor es la típica plaza castellana con soportales, y todavía conserva edificios antiguos.
Tras pernoctar en Abia de las Torres, continuó hacia Revenga de Campos, en la comarca de Tierra de Campos. Por allí pasa el Camino de Santiago, y allí aguardan casas blasonadas del XVI y la iglesia parroquial de San Lorenzo de origen medieval. El paisaje había cambiado, moderó sus curvas y fue apagándose el color verde. A Becerril de Campos llegó con cambio de mes, el 1 de noviembre. Sabía que viajaba a facilitar su coronación, el objetivo siempre ayuda para mantenerse firme. El casco urbano becerrileño fue declarado Bien de Interés Cultural con categoría de Conjunto Histórico. A él se suma el coqueto puente de San Juan, restos del antiguo amurallamiento, casas blasonadas, la imponente iglesia de Santa Eugenia, San Pedro Cultural, la iglesia museo de Santa María, la torre de San Martín y la de San Miguel... El día 3, Carlos cenó y pernoctó en la villa de Ampudia. Declarada Conjunto Histórico Artístico, su castillo es una de las fortalezas más elegantes de la región. Monumento Nacional, por él pasó el príncipe. En el casco urbano llama la atención su arquitectura popular con calles porticadas, tradicionales soportales sujetados por madera y una joya, la Colegiata de San Miguel.
El siguiente destino lo pisaron el príncipe y el emperador, dos figuras en una sola, para pernoctar la noche del 4 al 5 de noviembre. Quedaba ya poco para llegar a destino y debía estar un poco harto del ajetreo ya en Villanubla. Una leyenda habla allí de sus ancestros. Cuenta que Juan II, padre de Enrique IV y de Isabel de Castilla, el bisabuelo de Carlos, se perdió en aquellos parajes debido a la espesa niebla. Y llegó al Convento de los Ángeles, cercano a una pequeña «villa cubierta de niebla» de ahí el nombre. Durmió el rey, contábamos, antes de entrar a Tordesillas, donde visitaría en numerosas ocasiones a su madre y a su hermana Catalina. Allí descansaba el cuerpo de su padre. La localidad es un ejemplo de historia viva, con edificios como la denominada Casas del Tratado, donde en 1494 se firmó el famoso acuerdo que fijaría el reparto de América entre Castilla y Portugal, el Tratado de Tordesillas. Aunque si algo destaca, sin duda es el Monasterio de Santa Clara, donde permaneció recluida Juana, construido sobre un palacio mudéjar.
Tocó otra visita familiar en Mojados, que acoge el primer museo de España dedicado en exclusiva al emperador y a su época, para conocer más de su agitada vida. De él como persona, su entorno familiar y herencia, el gobierno, la sociedad entonces, las artes y las ciencias. De un edificio para acercarse al Carlos V guerrero y viajero que se encontró en esta localidad con su hermano, el infante Fernando. Allí tuvo lugar la negociación que sentó las bases de un amplio imperio donde no se ponía el sol. Fernando, a pesar de haber sido el favorito de su abuelo materno, reconoció a Carlos como legítimo heredero a la Corona castellana, evitando así una guerra fratricida.
Cumplida la misión, siguió hasta el Monasterio de El Abrojo, fundado en 1415 en el paraje de idéntico nombre. Parece que cerca del edificio hubo un casa y bosque real, donde descansó para reunir fuerzas y acabar en la entonces capital del reino, Valladolid. Allí pasaría largas estancias, y nacería en 1527 su primogénito y sucesor, Felipe II. La ciudad está llena de posibilidades: la Plaza Mayor y preciosos palacios como el Arzobispal, el de los Condes de Benavente o el Palacio Real. La Casa Museo de Colón, la Casa de Cervantes. La catedral y las iglesias de San Benito el Real, San Agustín y Nuestra Señora de la Asunción... Fue en febrero de 1518 cuando Carlos pronunciaría el juramento como rey de Castilla en esa ciudad. Después lo haría, además, como monarca de Aragón y del Reino de Navarra. Hasta que en Fráncfort, en junio de 1519, acabó designado emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico, tras la muerte de su abuelo paterno, Maximiliano I.
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