

Feijóo se conjura para gobernar en solitario sin descartar a Vox o a un PSOE «no sanchista»
El líder del PP se lanza a por La Moncloa con un discurso que sólo veta a Bildu pero no a PNV y Junts «siempre dentro de la ley»
Alberto Núñez Feijóo puso ayer el sello a un XXI Congreso Nacional del PP con cuya convocatoria sorprendió pero que las circunstancias -singularmente, el estallido ... en el PSOE del 'caso Cerdán'- han contribuido a que todo se haya puesto de cara para el presidente del PP. Tres años después de haber cogido las riendas de un PP zaherido por el pulso entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso que desembocó en la traumática salida del primero, el dirigente gallego ha diseñado una hoja de ruta clara y un equipo a su medida para el asalto final a La Moncloa. «Cuando sea», remarcan en el entorno del líder, consciente de que es su última oportunidad de alcanzar el poder. Y con los suyos conjurados para contener la ansiedad por llegar. «Tuyo es el partido, estaremos en todo momento a tu lado», afirmó la presidenta madrileña, dejando claro que están todos a una para descabalgar a Pedro Sánchez.
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El líder del PP agradeció a los suyos la confianza depositada y mencionó expresamente a los expresidentes del Gobierno Mariano Rajoy y José María Aznar, en primera fila del plenario, como símbolo de la unidad que el partido ha demostrado en este cónclave, el más pacífico de la historia popular y del que sale el nuevo ideario y las bases que sentarán el programa electoral.
Un cónclave que el expresidente de la Xunta planteó como el «acto fundacional de un nuevo tiempo» que buscará que los últimos siete años marcados por los gobiernos de coalición de la izquierda sean «un paréntesis» en la historia democrática. Porque si algo tiene claro Feijóo es que esta vez sí llegará a La Moncloa. Su objetivo, y el que ha marcado a todos sus dirigentes, es trabajar para conseguir los diez millones de votos necesarios para hacerlo en solitario, sin ataduras ni contrapesos incómodos, desde el «centro reformista» como apeló Aznar en su intervención del viernes. Pretende ampliar la transferencia de votos de la izquierda y atraer a los moderados desencantados con el PSOE, pero también al electorado situado a su derecha azuzando la teoría de que elegir otra papeleta que no sea la del PP puede mantener al líder socialista en La Moncloa. «Solo hay dos opciones: O Sánchez o yo», remarcó.
En Génova siempre han defendido que si consigue sumar más que el bloque de la izquierda, intentará gobernar en solitario. Pero la fragmentación política obliga a buscar 'plan b' y eso incluye no cerrarse a alianzas con otras fuerzas. Sin vetos, dijo Feijóo, ni «cordones arbitrarios» a Vox pero tampoco hacia los nacionalistas vascos y catalanes, siempre y cuando no implique concesiones fuera de la ley o del marco constitucional. «Siempre he mostrado mi consideración por la diversidad de España. La conozco y la respeto. Pero es mejor ser claros. Fuera de la ley y de la Constitución, nada de nada», subrayó consciente de que ese extremo incomoda a un sector de la formación.
Si bien reconoció que con «este PSOE de Sánchez» es imposible pactar, «eso no significa renunciar para siempre a que este país recupere los consensos» en los grandes temas de Estado. «La Presidencia del Gobierno requiere grandeza», proclamó en su discurso de clausura, hilvanado con citas de Adolfo Suárez, Felipe González o los propios Aznar o Rajoy. El único cordón sanitario que operará será el de Bildu. A pocos vísperas del 28 aniversario de la muerte del concejal del PP en Ermua, Miguel Ángel Blanco, Feijóo dejó claro que el veto se mantendrá mientras esta formación no pida perdón a las víctimas de ETA y colabore en el esclarecimiento de los crímenes.
Gobierno «sin límites»
El político de Os Peares tiene muy claro el camino que debe seguir para alcanzar La Moncloa y cómo debe recorrerlo para devolver al país la «normalidad política», tras los continuos sobresaltos por los supuestos casos de corrupción que anidan en el PSOE, y poner en marcha «un Gobierno limpio y con límites». En este sentido, reiteró su intención de auditar «cada céntimo de gasto» durante su mandato.
A Sánchez le acusó de intentar «quebrar deliberadamente la convivencia entre los españoles», «bloquear la concertación política para aprovecharse del enfrentamiento», «abandonar la centralidad y someter a su partido, a España y a las minorías», además de «retorcer la Constitución y violentar en su provecho el principio de legalidad». Y puso sus cartas encima de la mesa sobre cuáles serán sus objetivos prioritarios en los primeros cien días de su Ejecutivo monocolor como la subida del SMI, el control de la inmigración ilegal, un plan de vivienda, revisar las 97 subidas de impuestos de Sánchez o una ley de lenguas.
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