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La deuda vasca con el héroe del crematorio que usaban los nazis en Praga

La deuda vasca con el héroe del crematorio que usaban los nazis en Praga

El escritor Unai Eguía recupera la historia olvidada de un grupo de deportados al campo de concentración de Hradischko

Jueves, 13 de marzo 2025, 00:24

La historia de una mentira llevó a Unai Eguía a descubrir y documentar una historia verdadera. Una grande y dolorosa, pero olvidada, la de los deportados españoles, entre ellos varios vascos, al campo de concentración nazi de Hradischko, situado en lo que hoy es la República Checa. La mentira la exponía el escritor Javier Cercas en 'El impostor', novela de no ficción que cuenta la historia del sindicalista Enric Marco Batlle, un impostor que se había hecho pasar por superviviente de los campos del Tercer Reich y llegó a presidir Amical de Mauthausen, asociación fundada para defender los derechos morales y materiales de los cerca de 10.000 deportados españoles.

La lectura del libro llevó a Eguía de la indignación a la intriga: ¿Qué había sido de la persona a la que suplantó Marco? Se puso a investigar. Y lo hizo durante cinco años. El resultado es el libro 'Y los campos se quedaron sin flores' que se ha presentado este miércoles en Gogora, el Instituto vasco de la Memoria.

Y los campos se quedaron sin flores

Y los campos se quedaron sin flores
  • Autor: Unai Eguia

  • Editorial Círculo Rojo. 524 páginas en tapa blanda. 20.00€

El libro de Eguía es también una novela de no ficción, o quizá mejor histórica, en la que la historia real de Enric Moner, el sindicalista catalán de cuyo recorrido se había apoderado Marco, lleva a las de los demás deportados españoles, entre ellos algunos vascos, que acabaron internados en el mismo campo en el que fue asesinado Moner, Hradischko.

«Empecé con Enric Moner, que era de Figueras, continué con Vicente Retegui, de Irun; después con Juan Manuel Larburu, de Hernani...», recuerda Eguía. «Y seguí con Ambrosio San Vicente, de Vitoria; y Martin Hurtado de Saracho Murua, de Alonsotegi», añade el investigador y ahora también novelista, que es profesor de plástica y diseño en la ikastola Lauro. Y con esto surgió otra conexión.

«En la ikastola he dado clase a los hijos de Anton Gandarias». Este había descubierto la historia de su tío, el gudari Anjel Lekuona, de Busturia, a través de una carta de otro deportado que su familia había conservado. Tras pasar por los campos de Buchenwald y Flossenbürg, Lekuona fue trasladado al de Hradischko, que dependía del anterior.

Es fácil figurarse «el brinco que pegamos los dos cuando nos dimos cuenta de que, entre millones de deportados, Enric Moner y su tío Anjel habían sido compañeros de infortunio en su itinerario de la deportación y asesinados el mismo día, el 9 de abril de 1945. Y además sus cenizas las guardó clandestinamente la misma persona... ¡No nos lo creíamos!»

De Flossenbürg a Hradischko

El de Hradischko fue un campo pequeño. La localidad era una popular zona de recreo en la que algunos residentes adinerados de Praga tenían sus villas. Pero el 15 de marzo de 1942 aquel lugar idílico pasó a convertirse en un infierno. Los alemanes decretaron el desalojo de la población y los pueblos colindantes para instalar un campo de entrenamiento militar de las SS en cuyos enormes terrenos construyeron el de concentración después. El recinto empezó a recibir a presos checoslovacos, pero en seguida se convertiría en el destino de deportados de toda Europa derivados del campo de Flossenbürg, situado a unos doscientos kilómetros al oeste.

En 1943 llegaron en tres transportes primero presos alemanes y luego presos de España, Francia y otros países. En el caso de los españoles, se trató sobre todo de combatientes republicanos en la Guerra Civil que habían huido a Francia, donde fueron capturados por la Gestapo. Era el caso de Lekuona. Nacido en 1913 en Busturia, era marino. Había hecho el servicio militar en la Armada en 1933 y combatió en la Guerra Civil con Euzko Gudarostea, el ejército provisional improvisado por el PNV en 1936.

Campo de Hradischko

Tras la caída de Bizkaia, Lekuona logró alcanzar Cataluña y se integró en el Batallón alpino, con el que volvió al combate en 1938. Por fin, en 1939 tuvo que pasar a Francia donde acabaría detenido por la Gestapo el 10 de julio de 1943. Lo deportaron a Buchenwald en enero de 1944. Desde allí fue llevado a Flossenbürg.

Este pertenecía a la segunda generación de campos de concentración, en los que se encarcelaba a opositores políticos y elementos considerados «criminales» por los nazis. En él se aplicó una nueva forma de terror: la eliminación mediante la extenuación. Los deportados eran sometidos a trabajos forzados en condiciones inhumanas que acababan con ellos. Si no, eran fusilados o ametrallados. Cuando Lekuona y sus compañeros fueron derivados a Hradischko, pensaron que su situación mejoraba, al ser un campo más pequeño. Se equivocaban. Era peor.

Anjel Lekuona. En la foto de la derecha es el que está sentado

El crematorio de Strašnice

En Hradischko acabaron Moner, Lekuona y sus compañeros, parte del conjunto de 253 vascos que figuran en el informe 'La deportación de los vascos a los campos del Tercer Reich (1940-1945)', investigación publicada por Gogora. De estos 253 deportados 113 murieron, 125 sobrevivieron y de los 15 restantes se desconoce lo ocurrido. Son números provisionales, pues el estudio está abierto.

František Suchý.
Imagen - František Suchý.

Moner y Lekuona fueron asesinados el mismo día y sus cenizas descansan juntas gracias a un personaje clave, František Suchý, entonces administrador del crematorio «y que es un héroe en toda esta historia», en palabras de Eguía. El campo de Hradischko no tenía medios para incinerar los cadáveres que producía «y Flossenbürg estaba demasiado lejos para llevarlos allí», explica el autor. Así que los nazis los llevaban de noche, junto a los muertos de otros campos de la zona, al crematorio civil de Strašnice, un distrito de Praga. Suchý tenía orden estricta de eliminar los restos y que no quedara constancia del proceso. Pero el administrador del crematorio y su hijo llevaron un registro clandestino de los nombres de los prisioneros fallecidos, entre los que también había resistente checos, y colocaron sus cenizas en urnas numeradas, que ocultaron en el cementerio. La de Lekuona es la 62559.

Gracias a Suchý las cenizas de los deportados asesinados en Hradischko pudieron ser recuperadas. Las de Lekuona y las de Moner están hoy junto a las de sus compañeros Pedro Raga, Rafael Moya, Vicente Vila-Cuenca, Antonio Medina y Antonio Clemente, bajo un monumento en Strašnice titulado 'Triste primavera'. Las localidades de Busturia y Hradischko están hoy hermanadas.

Monumento bajo el que descansan los restos de Lekuona

La presentación: 'Y los campos se quedaron sin flores'

Unai Eguía y Anton Gandarias coincidieron de nuevo en la presentación del libro del primero en la sede de Gogora, en BIlbao. Participaron también en el acto Alberto Alonso, director de Gogora; Ruth Cancelo, técnica de memoria en la misma entidad; y el editor Jordi Jiménez, historiador que ha colaborado con Eguía en el desarrollo de su investigación, que moderó la charla. La presentación de 'Y los campos se quedaron sin flores' forma parte del proyecto Memoria de la Deportación 1945-2025, iniciado por Gogora y Deportazioaren Memoriarako Euskal Koordinakundea 1940 -1945 −grupo integrado por asociaciones dedicadas a la recuperación de la memoria histórica− con motivo del 80 aniversario de la liberación de los campos de concentración nazis. Según Gogora, «el objetivo es llevar a cabo de forma coordinada todas las actividades relacionadas con esta materia. Para darle difusión se ha creado la web www.labur.eus/deportazioa». Además, este año están programados, entre otros, «un acto de homenaje a las vÍctimas de la deportación, en mayo; un curso de verano de la UPV/EHU, en julio; y la exposición sobre la deportación, en otoño».

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