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Hubo un tiempo en que Álava distribuía el 60% de la patata de siembra de toda España; es decir, los tubérculos a partir de los ... que crecen las mejores patatas para el consumo. Pero el territorio fue perdiendo esa identidad poco a poco, aunque conservaba las condiciones agrícolas y climáticas favorables para ello. La superficie dedicada a este cultivo pasó de 5.600 hectáreas en 1985 a menos de 700 en 1995 y, según los últimos datos, ahora se cuenta con tan sólo 440, lo que supone un 92,15% menos que hace cuarenta años. Una tendencia que, según ha podido saber EL CORREO, el Gobierno vasco busca revertir ahora y por eso dedicará alrededor de 6,8 millones de euros durante el presente ejercicio y 2026 para incrementar en un 50% la superficie dedicada a este producto tan característico de la provincia en el próximo lustro.
5.600 hectáreas
había en 1985 y ahora sólo hay registradas 440, según datos de Lakua.
56 años
de media tiene el sector, se confía en que la tecnificación atraiga a jóvenes.
La idea es recuperar el terreno perdido. Y es que apenas un 6% de la demanda de 'patata base' en el territorio es cubierta actualmente de manera local. Esto supone diez veces menos que en los noventa -cuando rondaba el 60%- y el mercado está controlado ahora por unas pocas empresas con sede en Países Bajos, Francia y Alemania. Eso hace que haya veces que los agricultores alaveses se las ven y se las desean para conseguir semillas. Además, el 'brexit' cerró las puertas de la Unión Europea (UE) al tubérculo para la siembra que llegaba desde Escocia y que hasta la fecha era el principal suministrador del campo alavés, ya que representaba alrededor de un 40% del usado en Euskadi. Ahora, el objetivo del Departamento de Agricultura que dirige la consejera Amaia Barredo (PNV) es obtener una patata certificada que se venda a los productores y vuelva a convertirse en un referente para el sector más allá de la 'muga'.
Se quiere disponer de una patata 100% vasca. Desde la semilla hasta la recogida para «liderar la producción de nuevas variedades, y promover la sostenibilidad agraria y ambiental», señala Barredo en declaraciones a este periódico tras reunirse ayer con representantes de la Diputación alavesa, la cooperativa Nuestra Señora de Ocón, Alavesa de Patatas, SAT San Viator y Udapa para presentarles esta propuesta. «El desarrollo genético de la patata de siembra es fundamental para fortalecer la autosuficiencia agrícola, mejorar la sostenibilidad del cultivo y adaptar las variedades a las condiciones agroclimáticas específicas de cada región y a la orientación del consumidor», añade.
Siempre es mejor que esta semilla se desarrolle en Euskadi para amoldarse a la humedad, las temperaturas y la presión de enfermedades fúngicas de aquí en vez de tener que confiar en una que se ha producido a miles de kilómetros. Esto puede garantizar la estabilidad de las cosechas y, por lo tanto, la rentabilidad.
El necesario nivel de tecnificación de las explotaciones de estos 'mini tubérculos' también puede contribuir en la lucha con otro de los factores que claramente está perjudicando al sector: la falta de un relevo generacional garantizado. El sector cuenta con una edad media de 56 años y se confía en que la modernización sirva para atraer nuevos perfiles de profesionales que hasta ahora no habían pensado en ligar su vida a la patata de siembra. Y es que no se trata de una producción sencilla. El riesgo es elevado porque puede que finalmente este producto no consiga la certificación necesaria si supera las tolerancia de virosis, el riesgo agravado por la alta presión de pulgones y la prohibición de insecticidas neonicotinoides en la UE.
«Este plan mejorará la rentabilidad agraria, al tratarse de un posicionamiento competitivo en el mercado estatal como proveedor de semilla certificada e impulsará el relevo generacional en un cultivo tecnificado y profesionalizado», indica Amaia Barredo. «Junto a ello, se mejorará la rentabilidad agraria, al haber más toneladas vendidas a mejor precio que la patata de consumo común, aumentando el margen bruto por hectárea. Además del efecto económico, este incremento supone un avance estratégico clave para el sector agrario alavés ya que se impulsa a cooperativas y empresas proveedoras, se reduce la dependencia de la semilla importada y se minimizan los riesgos fitosanitarios», remata la consejera alavesa.
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