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'La hormiga y la cigarra', 'La zorra y las uvas' o 'El congreso de ratones' son fábulas que se emplean de manera recurrente en ... nuestra vida cotidiana. ¿Quién no ha empleado la expresión 'poner el cascabel al gato'? Pues todos estos relatos nacieron de la prodigiosa imaginación de Félix María Samaniego. Una trascendencia popular que, sin embargo, no tiene en su Rioja Alavesa natal. De hecho, una pequeña placa recuerda que en el número 5 de la plaza de San Juan de Laguardia vivió sus primeros años de vida. Allí se encuentra la oficina de Hacienda foral –lo que sí se anuncia con un cartel gigantesco– y algunos servicios sociales, pero el resto del inmueble lleva infrautilizado desde hace demasiado tiempo.
Eso parece que va a cambiar porque, según la documentación a la que ha tenido acceso ELCORREO, el Departamento de Cultura y Deporte de la Diputación de Álava ha sacado a concurso un contrato para la redacción del proyecto de ejecución de la habilitación para uso público del Palacio. Si bien no se especifica para qué se aprovechará exactamente, sí que se plantea que se habilitará para «un uso cultural y expositivo», además de «un espacio de descanso-cafetería con una dotación mínima de aseos para su uso público y algún espacio de recepción y control del acceso donde se ubique el personal trabajador». Esta valoración debe realizarse en coordinación con los servicios forales de Museos y Arqueología, Restauración y Patrimonio Histórico-Arquitectónico.
La Sociedad de Amigos de Laguardia ya propuso hace tiempo trasladar allí la exposición para explicar la historia de la comarca y que ahora está en la calle Mayor. Hace cuatro años, el escritor y profesor Manuel Septién también reivindicó en las páginas de este periódico la creación de una exposición sobre la obra de Félix María Samaniego. Proyectos que entonces no recibieron respuesta por parte del Departamento foral de Cultura.
La planta baja de esta casa solariega con escudo de armas labrado en la fachada conserva las paredes de piedra y los techos con vigas de madera, que chirrían con los puestos de atención al contribuyente de la Hacienda foral. En la segunda planta se abre otro espacio diáfano, iluminado por unos ventanales de doble hoja y presidido por otro blasón labrado, y la última, que en su día albergó los laboratorios de la Casa del Vino, ha servido durante años como almacén de muebles de oficina. Estas plantas superiores sólo se han abierto para celebrar jornadas enológicas y otro tipo de actos que nada tienen que ver con la figura del ilustre fabulista de Laguardia. «Su obra fue básica para generaciones y, aun así, se trata de alguien que siempre se ha subestimado», reivindicó hace varios años el historiador Salvador Velilla.
Lo que está claro es que la Diputación quiere abrir estos espacios al público y por eso ha puesto en marcha este concurso. «El proyecto deberá incluir todos los medios y actuaciones para asegurar la accesibilidad en todas sus plantas. Para ello, se propondrán rampas, adecuación de hueco o puertas, ascensor o plataforma elevadora de traslación vertical, ayudas técnicas de señalización, mostradores accesibles...», se establece en el pliego de bases técnicas.
Eso sí, se abre la posibilidad a poder realizar reformas de calado dentro de la casona que pasa desapercibida para muchos locales y visitantes. «Se deberá estudiar si es posible el aprovechamiento de las instalaciones existentes, adecuándolas a la normativa vigente o, en caso de que no sea posible, se determinarán las actuaciones nuevas necesarias», se fija a los interesados en participar en este proceso de licitación que dio el 'pistoletazo de salida' el pasado miércoles.
Muchos en Laguardia han olvidado que en este palacio de la Diputación nació Félix María Samaniego. Y es que seguramente no se le ha reivindicado lo suficiente. Para varias generaciones fue una figura básica de la educación y ahora está totalmente subestimado. «Uno de sus retratos más conocidos y parte de sus pertenencias están en manos privadas, su 'château' de la Escobosa (en la Ribera del Ebro) fue derruido sin piedad y allí se levantó un garaje...», explica indignado Salvador Velilla.
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