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«Mi plan era volver a trabajar lo más tarde posible», evoca Urko Vera tras retirarse a los 38 años como jugador en el Santutxu, ... en División de Honor regional. Atrás queda una carrera que empezó en el equipo del barrio bilbaíno y que le convirtió en un trotamundos con 17 clubes en cuatro países (España, Corea del Sur, Rumanía y Reino Unido). «Me he divertido y he ganado dinero con lo que me gusta. Quería irme bien, en el equipo en el que empecé y sin que las lesiones me sacaran del fútbol. Lo he logrado», se felicita.
Vera creció en el barrio de Otxarkoaga en condiciones humildes. Desde muy joven tuvo que ganarse la vida. «Mi primer trabajo fue con 16 años como pinche de transportista de frigoríficos. Me llamaban cuando no había ascensor para colocar el nuevo y quitar el viejo». De ahí pasó a trabajar en la construcción, «donde peor lo pasé», y se sacaba un sobresueldo los fines de semana como barrendero. «Limpiaba toda la recta de Bolueta donde está la discoteca Santana», recuerda. Su último trabajo fuera del fútbol fue en una empresa de poliuretano de Arrigorriaga. En 2009 le despidieron.
«Fue un palo. Tenía incluso el coche sin pagar, pero me hicieron un favor», reflexiona. Tras formarse en el Santutxu y pasar por el Laudio y Portugalete, apostó por un futuro en el fútbol. «Me llamaron el Eibar B, que me ofrecía 500 euros y que yo pagara la gasolina, y el Laudio, que me daba 1.000 y la gasolina». Se fue al filial del club de Ipurua. «Quería jugármela y ver hasta dónde podía llegar en el fútbol. Entonces hubiera dado por bueno jugar cuatro o cinco años en el fútbol a nivel de Segunda B».
Sus expectativas se quedaron cortas. Fue al Lemona, en Segunda B, a cambio de 1.000 euros al mes y un sobresueldo de 200 por llevar el material desde allí al campo de entrenamiento. Firmó 16 goles en 18 partidos y llamó la atención de Joaquín Caparrós, que lo reclutó para el Athletic.
«Por mí pagaron un traspaso de 25.000 euros y un amistoso». Con Llorente y Toquero por delante, jugó muy poco, apenas cinco partidos. Pero en uno de ellos, en la última jugada en Getafe, dio a los rojiblancos un punto fundamental en la carrera por alcanzar la Liga Europa. «Ese gol fue clave para clasificarnos a un torneo que acabó con la final perdida de Bucarest, que vi en Alicante con mi amigo Arbilla (Eibar)».
Su etapa en Lezama llegó a su fin con la llegada de Marcelo Bielsa. Vera fue uno de los jugadores apartados de los entrenamientos junto a Koikili, Aitor Ocio, Balenziaga, Díaz de Cerio, Cerrajería e Íñigo Pérez. «Luego pidió disculpas en público, pero a nosotros no».
Vera se marchó al Hércules, en Segunda A, pero la situación le dejó una de las espinas de su carrera. «Me quedé con la pena de no haber hablado con él y decirle 'mira lo que me ha costado llegar aquí. Es el sueño de mi vida, dame una oportunidad'».
No lo hizo y comenzó su carrera lejos de Bilbao. Tras unos buenos años en Segunda en el Hércules, Ponferradina, Alcorcón y Eibar tocó techo en el Mirandés con veinte tantos a las órdenes de Carlos Terrazas.
Su nombre no tardó de hacerse presente en Ibaigane. Arrancó la operación retorno. «Estuve a punto de volver. José María Amorrortu (entonces director deportivo) me dijo que esperase, que primero debían sacar a Kike Sola».
De repente, se pone en contacto con él el Jeonbuk Hyundai Motors de Corea del Sur. «Me ofrecieron 25 veces más de lo que ganaba en el Mirandés y me dieron un plazo de pocos días para decir sí o no». Vera llama a Amorrortu y le explica la situación. La respuesta fue: «Lo único que te puedo decir es que esperes a ver si podemos ficharte o que vuelvas a estar otra temporada en Miranda y quizá vayamos de nuevo a por ti más tarde».
Puso rumbo a Asia. Hoy aún se arrepiente. «Me fui al club que más dinero me ha pagado en mi vida, pero no me fui diciendo 'que contento estoy, que he hecho un contratazo'. Me dije: 'Qué triste estoy que no he podido volver a jugar en el Athletic'».
Allí no le fueron las cosas bien y regresó para jugar con Osasuna en Primera. Siguió dando tumbos, sin asentarse en ningún club y con pasos por Rumanía e Inglaterra hasta que el Guijuelo puso en Segunda B a su vida errante. Regresó a Euskadi para jugar en el Portugalete y acabar en sus últimas cuatro campañas en el Santutxu. «Al principio de temporada anuncié que me iba, Quería retirarme, no que el fútbol me echara a mí». El fútbol le deja muchas camisetas, pero sobre todo amigos de verdad como Yuri Berchiche (al que conoció en el Eibar) y el central de ese equipo Arbilla, con quienes mantiene una relación muy cercana.
Trabaja desde hace un tiempo como comercial en el centro de Bilbao para una multinacional de cervezas y con una compañía que ofrece gas y electricidad a empresas con mucho consumo.
Por el momento se ha alejado del fútbol, pero no descarta un regreso. «No me veo como primer entrenador con la vara detrás de la gente, pero podría encajar el segundo porque soy me llevo muy bien con todo el mundo y creo buen rollo».
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