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Con algo de retraso, y bajo un sol abrasador, Alberto Núñez Feijóo hizo su entrada pasadas las once de la mañana en la céntrica Plaza ... de España de Madrid entre los acordes de 'People have the power', de Patti Smith, su sintonía por excelencia. Poco antes, para calentar motores, habían sonado los Hombres G y su famoso 'Venezia': «Io sono il capone della mafia» («soy el capo de la mafia»). Y aunque el lema de la manifestación era 'Mafia o democracia', el líder del PP no hizo referencia ni una sola vez a ese término en su discurso. «Ha querido dar respuesta a ese dilema y la respuesta es democracia, son las urnas», explicaron desde su equipo. Sí lo hicieron sus teloneros el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, con sendas intervenciones más subidas de decibelios. E incluso marcando perfil propio, en el caso de la mandataria regional que ya ha adelantado que dará batalla en el congerso nacional de julio para que los militantes no pierdan poder en el sistema de primarias
Pero Feijóo tenía claro cuál era el mensaje que debía calar entre las decenas de miles de asistentes –50.000, según la Delegación del Gobierno; más de 100.000, según Génova y un 'gatillazo' a ojos de Moncloa–. «España necesita una revolución de la decencia y la libertad, y esa revolución la vamos a liderar desde las calles y desde las urnas», proclamó desde el escenario. Y quien mejor que él para liderarla.«España está preparada y yo –aseguró– estoy listo». Por eso, reiteró de todas las formas posibles su exigencia a Pedro Sánchez de que disuelva las Cortes y saque las urnas a la calle, a pesar de que el jefe del Ejecutivo ya adelantó el viernes en la Conferencia de Presidentes de Barcelona que lo hará en 2027, «cuando tocan». «Ríndase a la democracia. Convoque elecciones, las queremos ya. Porque nadie le voto para hacer esto. Nadie, ni los suyos», le espetó a su rival entre aplausos y gritos de «presidente, presidente».
Bajo la atenta mirada de los expresidentes del Gobierno, José María Aznar y Mariano Rajoy, y de la mayoría de sus barones regionales, el líder del PP enseñó una y otra vez el camino de salida a Sánchez, acorralado por los casos de corrupción que rodean a su entorno familiar y político más cercano. El enclave elegido no era baladí; a escasos metros del piso que Víctor de Aldama, el presunto conseguidor de la 'trama Koldo', pagó a la exnovia del exministro José Luis Ábalos, y muy cerca también de la sede del PSOE en la calle Ferraz. «Ha llenado todo de corrupción, mentiras y cloacas», denunció, en plena tormenta Leire Díez.
El jefe de la oposición insistió en que la situación actual obliga a trascender las siglas y los intereses de los partidos, en una clara referencia a Vox que se opuso desde el principio a la protesta. «Ojalá el resto de líderes llegue a entenderlo pronto», dijo, porque «no hay equidistancia posible» en la defensa de la democracia». Y animó una vez más a los ciudadanos a «rebelarse contra la degradación» y en defensa de la democracia y la convivencia, pero sin «furia» ni «rabia» sino «cívicamente» en las urnas.
También hubo mensajes en clave interna. «Nadie me va a mover de la centralidad», se reivindicó Feijóo tres días después de que el Gobierno murciano del popular Fernando López Miras siguiese la senda de la Comunidad Valenciana y de Baleares y llegase a un acuerdo con los voxistas para sacar adelante los Presupuestos autonómicos.
El líder de los populares reconoció que en su partido hay «distintos estilos y distintas intensidades» pero el mismo objetivo, «cambiar este Gobierno». Y para conseguirlo, en Génova han echado números y necesitan diez millones de votos, casi dos millones más de sufragios de los que el PP obtuvo en julio de 2023 y que Feijóo espera atrapar también a la izquierda, entre los votantes moderados del PSOE descontentos con los escándalos y las cloacas.
Entre esa diversidad de estilos se encuentra el de Isabel Díaz Ayuso, más belicoso por lo general que el de su jefe de filas. La presidenta madrileña quiso congraciarse con las lenguas de todo el país después de levantarse de la mesa en la Conferencia de Presidentes del pasado viernes cuando el lehendakari Imanol Pradales y el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, utilizaron el euskera y el catalán, respectivamente. «Aquí nadie es forastero. En Madrid oímos todos los acentos del español, nuestra riqueza que también pasa por las lenguas cooficiales en otras regiones», ensalzó.
La dirigente madrileña se mostró mucho más contundente que Feijóo comparando a Sánchez con Nicolás Maduro y alertando de que España se adentra por «la peligrosísima senda de la dictadura de las minorías, de los resentidos, de los vividores de lo público, de los recaudadores profesionales, del negocio corrupto identitario». «Lo último que le faltaba a España –clamó– es un Gobierno corrupto, sin principios, sin amor por la nación, capaz de poner al frente a personas capaces de fabricar corrupción para tapar corrupción».
Justo antes el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, arengó al público para «seguir luchando y volver a la España constitucional del 78», además de azuzar el látigo contra la «mafia». «La mafia cuanto más acorralada –sentenció–, más peligrosa».
«¿Por qué decimos que son mafia? Porque en ese edificio de ahí, en la Torre de Madrid, Jésica tenía su nido de amor con Ábalos pagado por todos vosotros» «Queremos desalojar a la mafia lo antes posible y recuperar nuestra democracia y nuestro estado de derecho», ha señalado. «Frente a Begoña queremos honestidad, frente a su hermano, igualdad y frente a Pedro Sánchez, queremos democracia. Y eso es lo que estamos diciendo hoy aquí», ha añadido antes de finalizar: «No vienen tiempos fáciles, no vienen tiempos sencillos. La mafia, cuanto más acorralada, más peligrosa. Cuanto más pequeña, más daño va a querer hacer. Cuanto más cerca del final se vea, más va a querer hacernos sufrir.
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