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Bilbao lleva años en la carrera por ser plaza relevante en la celebración de grandes eventos, por atraer citas fastuosas y multitudinarias. Los premios de ... la MTV, las finales de rugby, el Tour... Son acontecimientos que generan riqueza y reputación. Un manguerazo de dinero el día de autos y una buena dosis de prestigio con efectos multiplicadores futuros. Pero su gestión es compleja.
Ahora, el miércoles, es la final de la Europa League. Entre 50.000 y 80.000 británicos llegarán para vivir 'in situ' el choque entre el Tottenham y el Manchester United, verdugo del Athletic en semifinales. Todo un desafío en términos de movilidad, seguridad, logística y organización. Todo un test de estrés en el que la ciudad se juega su consagración internacional, su asiento en el club de urbes fiables hacia las que mirar cuando se quiere organizar algo bonito y monumental. Las grandes capitales europeas están todas ahí, claro. La lucha está ahora entre las ciudades medianas, donde eventos de este tipo brillan más pero también tienen más impactos enojosos en la vida de la gente porque engullen peor tanto lío.
Es que la vida sigue en Bilbao por mucha final que haya. Y las rutinas ordinarias de la ciudadanía deberán convivir con un momento extraordinario que va mucho más allá de encontrarnos a un montón de ingleses por la calle. De entre todos los impactos que vamos a tener que asumir el más notable va a ser en el ámbito de la movilidad. Y de entre todos los cortes de calles y restricciones previstas, el que más la compromete, el crucial, el decisivo, es el de Sabino Arana. Ignacio Alday, director de Movilidad del Ayuntamiento, asume que con esa arteria cerrada desde las 0.00 horas del miércoles Bilbao no va a poder gestionar la cantidad de vehículos que recibe en un día laborable normal. «Las calles adyacentes no tienen capacidad para absorber ese tráfico. Es imposible». Y si se empieza a tensionar la zona habrá «un efecto dominó» que puede llevar el colapso al resto de la ciudad. Así que pide, casi implora: «Lo más importante es que la gente no trate de venir en coche, que ni lo mueva, ni lo toque».
El mensaje va calando y ya hay empresas que animan a sus empleados a teletrabajar. Otras directamente van a cerrar, como la clínica dental de José Luis Virumbrales, en Gregorio de la Revilla, que ha visto cómo en fechas recientes varios clientes cancelaban citas para evitarse el jaleo del día. Lo mismo le ha pasado a fisioterapeutas y a centros de estética. La Escuela de Ingeniería, junto a San Mamés, también echará la persiana. Todo esto se supone que reducirá el número de entradas en la ciudad. Y para quienes no tengan más remedio que venir, el metro y el tren van a reforzar sus servicios contando con que, siendo los medios más fiables en estas circunstancias, va a aumentar el número de usuarios.
Así se evitará saturar la otra zona conflictiva para el tráfico: Juan de Garay. Se volverá un punto crítico cuando a las 17.30 se cierre la conexión con la A-8 por los túneles de Basurto y sea esa la alternativa más deseada. A partir de ese momento, a medida que vaya acercándose la hora del partido y haya cortes en el centro, si no se ha logrado reducir el tráfico «será el caos», dice Alday, desincentivador del uso del coche.
Es que, además, hay un factor de imprevisibilidad que echa otra capa de incertidumbre al panorama: nadie sabe a ciencia cierta cómo se va a mover esa masa de cerca de 80.000 isleños. El consejero de Seguridad, Bingen Zupiria, ya dijo esta semana que las aficiones no iban a ser pastoreadas durante el día y podrían desplazarse por la ciudad sin limitación alguna. Al fin y al cabo, el partido no está calificado como de alto riesgo. Dice Alday, en fin, que «no se sabe si van a irse a potear al Casco Viejo, o se van a quedar en la 'fan zone', o se irán a otro sitio».
Lo que implica semejante indeterminación es que cuando toque poner rumbo a San Mamés la Policía tendrá que ir cortando unas calles u otras a medida que avanza la masa en función de donde haya más volumen de aficionados. Eso impactará de manera directa en el tráfico en general, y en el recorrido de los autobuses urbanos en particular.
700 autobuses
entrarán en Bilbao durante el día de la final para traer afincionados. En tres días el aeropuerto de Loiu operará 514 vuelos, y también llegarán aviones con hinchas británicos a Vitoria y Santander.
Por si fuesen pocos ingredientes, hay otro más: «Contamos con que a lo largo del día entren en la ciudad 700 autobuses para traer a los aficionados», añade Alday. Más presión en el asfalto. Se cerrará un carril de Autonomía para que puedan detenerse los que vayan a la 'fan zone' del Tottenham, en Amézola; y otro de Zumalacárregui para 'descargar' a los de Manchester en el parque Etxebarria. En Botica Vieja también se utilizarán casi 400 metros de zona de aparcamiento para estos fines. «Y estamos buscando más ubicaciones para los autobuses» porque quizás esas no sean suficientes. Hablamos de espacios para dejar y recoger a gente, porque esos vehículos «se van a Mungia» mientras no están en servicio.
Resumiendo: el miércoles lo tiene todo para ser un día algo más que incómodo en Bilbao. Al tráfico difícil se sumará la dificultad para comerse un menú del día o para tomarse lo que sea, el metro estará atestado en el centro de la ciudad, igual que las calles. Lo bueno es que habrá alegría. Lo malo es que no la haya y lleguen los problemas en formas variadas de violencia. Para atajar cualquier chispazo en este sentido, un gran dispositivo policial de Ertzaintza y Policía Municipal estará vigilante; los bomberos se reforzarán, igual que Protección Civil y los servicios de limpieza; en los centros sanitarios también aumentarán sus recursos para estar preparados ante cualquier susto.
¿Merece la pena todo esto? Las instituciones no tienen duda de que sí. Muchos expertos tampoco las tienen. «Los eventos deportivos discontinuos, los que suceden una vez y no son recurrentes como en este caso, hay que planificarlos muy bien; pero dan una visibilidad brutal a la ciudad», dice Flavio Tejada, director de la consultora internacional Arup, experto en ciudades y director del máster de Desarrollos Inmobiliarios del IE. En su opinión, es una maniobra de «promoción y posicionamiento muy atractivo, como los grandes conciertos», porque tienen una «cobertura global» con eco amplio en redes sociales. Además, «ayudan a amortizar inversiones como San Mamés».
La cuestión es, ¿para qué queremos más promoción? Porque con el turismo aportando ya el 8% del PIB de Bilbao, ¿es bueno que siga creciendo esta industria con los impactos que supone? Dice el experto que cada ciudad y cada región deben decidir hasta qué punto quieren depender de este sector. Pero, más allá de eso, los grandes eventos internacionales hacen que «la ciudad sea conocida». De ese modo, cuando las instituciones salen a ferias y congresos en los que se quiere animar a que jóvenes se vengan de erasmus, o a que empresas hagan inversiones aquí, ya se tiene «esa postal; y es una buena postal». Porque, añade Tejada, «hay empresas decidiendo ahora si se van a implantar en Bolonia, en Róterdam, en Málaga o en Bilbao». La batalla, ya se ve, se da entre ciudades de tamaño medio, más vivibles que las megaurbes, más buscadas por los ciertos profesionales. Pero también se valora que «sean reconocibles en el ámbito internacional». Y que «molen». ¿Qué es eso? «No se sabe, pero vas a Berlín y mola; hay vida urbana, nocturna, cierto entorno 'underground' en el ámbito cultural, ocurren cosas...».
Los grandes eventos también tienen riesgos. El principal, dar una mala imagen. Eso ocurre, por ejemplo, «cuando los precios de los hoteles se disparan». Hasta 5.000 euros por una noche se piden en Bilbao, según los diferentes buscadores y plataformas. «Eso es muy negativo, claramente abusivo», considera Tejada. Así que penaliza la imagen de la ciudad, ya que es tema de recurrente condena en los medios británicos.
Lo mismo opina Juan Alayo, consultor y experto en ciudades: «Hay un grave riesgo reputacional», y no sólo con esto: «Si algo sale mal, es con lo que la gente se va a quedar». A su juicio estos grandes eventos suponen asumir una exposición grande para unos resultados que relativiza. «No creo que nadie vaya a implantarse en Bilbao porque se juegue este partido. ¿Alguien se acuerda de dónde fueron las otras finales de la Europa League?». En su opinión, el impacto fundamental de la cita será «la caja que hagan ciertos negocios esos días, sobre todo la hostelería; y sólo la que está en una zona de Bilbao». Eso conllevará, claro, el pago de los impuestos correspondientes. «Estaría bien saber hasta qué punto ese aumento en la recaudación cubre el coste de organizar todo esto».
Hay una gran pugna entre las ciudades de tamaño mediano por celebrar eventos que las hagan atractivas, las pongan en el mapa y les ayuden a atraer profesionales e inversiones. «Están jugando a ese juego La Coruña, Málaga, Valencia, Sevilla, Bilbao...», recita Flavio Tejada, director de Arup. Hay un elemento vital: tener un aeropuerto grande con buenas conexiones. En este sentido, aquellas ciudades que han desarrollado un potente sector turístico tienen buena parte del trabajo hecho. Como Málaga o Sevilla. Bilbao, en este sentido, sufre ciertas limitaciones porque 'La Paloma' tiene dimensiones y conexiones limitadas. Y no tiene TAV.También hace falta infraestructura hotelera porque si hay poca y los empresarios exprimen al máximo la oportunidad con precios disparatados, como es el caso, pasa lo que pasa. Por eso hay citas que prefieren las grandes urbes, donde también suben los precios, pero menos.
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