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Carlos y Silvia son una pareja de jóvenes treintañeros que justo hace un año dejaron su vida en Madrid para dedicarse de lleno a lo ... que realmente les apasionaba: el pan. «Yo soy madrileño y Silvia bilbaína y como a mí me encanta esta ciudad, me pareció una buena idea emprender aquí el negocio», explica Carlos. Justo solo un mes antes de la apertura, en junio del año pasado, hicieron las maletas y se mudaron a Bilbao. El nuevo proyecto supuso un giro radical en su trayectoria vital, aunque las ganas de cambio habían empezado mucho antes. «Soy psicólogo y estuve trabajando en cárceles y en un psiquiátrico, pero cuando estudiaba la carrera me regalaron un libro sobre el arte de hacer pan y me aficioné a este mundo. Tanto que después de la pandemia dejé el campo de la psicología y estuve trabajando en varias panaderías en Madrid», explica Carlos.
Su pasión también arrastró, en el buen sentido de la palabra, a Silvia, que se dedicaba a la fotografía. «Vinimos con las ideas muy claras. Queríamos montar la panadería a la que nos gustaría ir y que no encontrábamos», apunta Carlos. Lo que querían ofrecer era sencillo pero muy valioso: buenos precios, buen producto, panes de harinas ecológicas y de masa madre y bollería variada. Y de esta forma nació Kiskali, una panadería «de barrio» ubicada en el número 10 de la calle Pérez Galdós. «Estamos a punto de cumplir un año y no podemos estar más felices. Ahora mismo somos ya siete personas trabajando y en la zona nos han acogido muy bien, muchos clientes ya son como de la familia», cuenta Carlos.
Y precisamente, ese era uno de sus objetivos principales. «Era lo que buscábamos. No pretendemos nada del otro mundo ni hacernos millonarios, solo queremos ofrecer buen pan a la gente y estar presentes en sus vidas, ser parte de su día a día. Nos encanta que pasen cosas tan bonitas como que a veces vienen a Kiskali el abuelo, el hijo y el nieto. Eso es lo que realmente nos llena», explica Carlos. El secreto para atraer a familias enteras, además del trato, es la gran variedad de productos que ofrecen, todos elaborados en el propio local. Y es que la propuesta de Kiskali de panes ecológicos y de masa de madre va desde lo más básico, como barras y txapatas, hasta el pan 100% integral, de centeno, de avena o semillas, de espelta 100% integral y el brioche o la broa.
En Kiskali también ofrecen originales opciones de bollería, como cookies veganas con aceite de oliva y café, bollos de canela al estilo sueco, hojaldre, trenzas de cardamomo, bizcocho de ricotta de almendras y cafés de especialidad tostado por los madrileños Hola Coffee. «Tenemos una filosofía clara, queremos que la gente del barrio tenga a su alcance productos sanos, bien horneados. Los panes, por ejemplo, están bien fermentados y no tienen aditivos, son fáciles de masticar y de digerir, así que sientan muy bien. Y las hogazas, por ejemplo, pueden durar hasta una semana», detalla Carlos. Esa durabilidad facilita mucho la vida a las personas que no tienen tiempo para pasar a diario a por el pan por sus compromisos laborales y familiares. «Siempre tienen la opción de congelar y sacar cada día lo que necesiten», sugiere.
Para facilitar aún más la vida de sus clientes, que son desde jóvenes hasta jubilados, en Kiskali también tienen un sistema de reservas a través de WhatsApp. «De este modo tan sencillo, la gente puede hacernos un pedido y decirnos cuándo podrá pasar a por él. Es nuestro pequeño granito de arena para que todo el mundo pueda conciliar y organizarse lo mejor posible», explica Carlos. Y los clientes se lo agradecen y mucho. «Silvia y yo estamos encantados. Tenemos la suerte de haber podido poner en marcha nuestro propio negocio en unos tiempos muy complicados. Bilbao es una ciudad muy acogedora y amable. Aquí vivimos más tranquilos y relajados que en Madrid, disfrutamos de una vida sencilla con nuestras mascotas y estamos orgullosos de haber formado una pequeña familia tanto con el resto de trabajadores de Kiskali como con los vecinos del barrio».
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