Crítica de 'Maixabel' (2021): El poder redentor

Dos tiros en la nuca perpetrados por un comando terrorista de ETA acaban con la vida de Juan María Jáuregui. La luz de la tarde baja sobre Tolosa como un ángel inútil y dorado, conforme la sangre corcovea en el pavimento, se desprende una lágrima de su ojo muerto y un coro enmudecido de jilgueros atraviesa el silencio. Once años más tarde, uno de sus asesinos pide entrevistarse con Maixabel Lasa, viuda del que fue gobernador socialista de Guipuzkoa. El filme de Icíar Bollaín desgrana reflexiones sobre el dolor de una mujer generosa y lúcida, en parte valiente y en parte buena, convertida hoy en la referencia de una Euskadi abierta al mundo.

Tragedia histórica realzada por las interpretaciones de Blanca Portillo, en una de sus creaciones más equilibradas y conmovedoras, así como de un impresionante Luis Tosar, con sus ojos como lagos perdidos. Es una mirada insomne y sorda, como una tempestad sin viento, como un océano sin olas. O como un viejo remordimiento, que mantiene al espectador desvelado, nervioso, siempre alerta. 'Maixabel' habla asimismo del poder redentor, en el sentido de que es preciso perdonar mucho para no olvidar nada. Atrás queda el doloroso sacrificio, bellísima doncella, no como se la imagina la gente cobarde, sino a modo de emocionado homenaje al linaje humano.