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El estornudo es un breve huracán personal. Bueno, breve por unidades. Mi abuela Mari era capaz de estornudar treinta veces seguidas. Se sentaba, cruzaba los ... brazos y padecía la serie de estornudos con estoicismo y cara de chiste, pues solía entrarle una risilla nerviosa a partir de la docena. En mi desviación mental, siempre me ha parecido que el estornudo y el orgasmo tienen algo que ver entre sí. Quizá por sus cualidades de repentinos, incontrolables y liberadores de tensión. Al estornudar, el aire que sale de los pulmones alcanza una velocidad de 160 kilómetros por hora y las partículas de saliva viajan a diez metros de distancia. Una vez me hice una fisura en una costilla por culpa de un estornudo homérico. El médico me dijo, tronchándose de risa, que había sido porque yo estaba muy lleno, a rebosar, y el costillar no había soportado la presión.
Recuerdo un 'gin tonic' peculiar. El camarero, un sonriente chino que estaba muy resfriado, procedió entre toses y sorber de mocos a ponerme una impecable copa. Cuando la ginebra y una generosa tira de corteza de limón verde, bien guarnecidas por hielo duro, aguardaban en un gran cáliz la compañía de la tónica, el camarero, sin un asomo de taparse el boquino con la zarpa libre, soltó un estornudo formidable directamente sobre la copa. Creo que de haberme acercado, en vez de retroceder un par de pasos preso del estupor, habría podido distinguir los churretes de moco y saliva resbalando por las paredes del cáliz. ¿Exagero?: muy poco. Con impasibilidad asiática, el camarero me dedicó su mejor sonrisa y me preguntó si quería que me echara toda la tónica. Cuando le dije que mejor me ponía otra copa, no mostró la menor sorpresa.
Esta anécdota del 'gin tonic' al estornudo es extrema y por fortuna excepcional, pero lo que sí noto desde hace bastante tiempo es dejadez y falta de una mínima preparación en bastantes camareros y camareras. Los ponen tras la barra sin que sepan ni las marcas de blanco que tienen en la cámara. Supongo que en parte también es fruto del desánimo por tener trabajos mal pagados y sin promoción posible (parece ser que hay escasez de demanda para cubrir ese duro trabajo de larga jornada laboral).
No culpo a los trabajadores. Para exigir el esmero hace falta ofrecer unas condiciones de trabajo que motiven; transmitir una pizca de ilusión tan pequeña como la cantidad de rapé que se esnifaba para estornudar a gusto y que te dijeran «¡salud!», a modo de cortesía, y no como en la Edad Media, que se gritaba lo mismo cuando alguien estornudaba, pero era para avisar de que podía ser portador de la peste.
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