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La clase de Religión Católica ha perdido más de 220.000 alumnos en los colegios e institutos españoles desde que hace tres años la nueva ... ley educativa la convirtiese en una materia voluntaria sin repercusión efectiva en el expediente académico.
El retroceso del número de estudiantes de Religión Católica en las aulas españolas de infantil, primaria y de las distintas modalidades y etapas de la secundaria ya había comenzado en la década pasada, pero el punto de inflexión se produce a partir del curso 2022-23, el primero en el que se empiezan a aplicar los cambios en la materia acordados en la Lomloe, la reforma educativa impulsada por el PSOE y aprobada con el respaldo de sus socios parlamentarios y la oposición de PP y Vox.
La también apodada 'ley Celaá', por el apellido de la ministra socialista que la impulsó, acordó que esta asignatura fuese de oferta obligada en todos los centros educativos no universitarios del país, pero de elección libre por los alumnos y sus familias.
Además, a diferencia de etapas anteriores, quien decidió desde entonces no dar la clase de Religión Católica no tenía que cursar a cambio asignatura alternativa alguna (como en el pasado sí ocurría con Ética) y su opción tampoco tiene repercusión académica, pues aunque la materia se evalúa para quien la elige esa nota no cuenta para las medias académicas oficiales (título, becas, selectividad) de cada una de las etapas en que se oferta.
El resultado es que entre el ejercicio 2021-22, el último en que tuvo asignatura espejo y contó para la nota media, y el actual el porcentaje de alumnos que la cursan en España ha caído casi cuatro puntos (3,8), pues ha pasado de rozar el 60% (59,85%) al 56%. Esta evolución, en cifras comparables entre ambos cursos, suma una pérdida de algo más de 220.000 alumnos. El primer año de aplicación de la Lomloe, cuando los cambios en Religión afectaron a infantil y los cursos impares del resto de etapas, hubo un retroceso de alumnos evidente, pero el grueso se dio en el 2023-24, cuando los cambios en el currículo de la Lomloe llegaron a todos los estudiantes no universitarios.
El principal protagonista del retroceso de alumnos es la escuela pública, en la que se han producido aproximadamente el 60% de las bajas de esta asignatura y donde el porcentaje de estudiantes que la cursan sobre el total ha descendido desde 2021 más de cinco puntos (5,2), hasta quedarse por debajo del 43% (42,85%).
Dentro de la pública el grueso de las deserciones se ha dado en el Bachillerato, con 6,5 puntos de caída tras los cambios de la Lomloe y una proporción de matriculados que no llega al 32% (31,92%).
La caída, de hecho, no es mayor porque los lugares donde esta asignatura se cursa por las dos terceras partes o más de los estudiantes son los colegios concertados y privados. En los primeros, la tasa de matriculados desde 2021 ha caído la mitad que en la pública (2,77 puntos) y dan la materia el 87% de los estudiantes. No es de extrañar si se tiene en cuenta que en la concertada están la inmensa mayoría de los 2.500 colegios católicos españoles. El otro baluarte de la materia son los centros privados, donde los estudiantes solo han caído un punto y siguen en el 74%.
Pese al notable retroceso tras quedarse en asignatura voluntaria y sin valor para el expediente, lo cierto es que la Religión Católica demuestra un importante arraigo en la sociedad española, pues la siguen cursando más de 2,9 millones de alumnos, lo que supone algo más de la mitad de los no universitarios. El 56%, según los datos de la propia Conferencia Episcopal. De hecho, en el presente curso, lejos de ahondar en la caída del último lustro, el porcentaje de estudiantes que dan la materia ha subido medio punto gracias una fuerte recuperación en la escuela privada.
En cualquier caso, la Conferencia Episcopal ha puesto en marcha una campaña –«Son tantas las razones... Apúntate a Reli»– con el objetivo de parar las caídas de alumnos y convencer a los padres de las ventajas y beneficios que aportará a sus hijos matricularse en esta materia el próximo curso. Aspira a dar argumentos a una generación de padres que, según los propios obispos, «condicionados por las tendencias sociales o por la desinformación», tienen una imagen falsa sobre la asignatura.
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