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Una ciudad inca perdida en los Andes. Pocas imágenes habrá en arqueología más evocadoras que esta y, de hecho, existe una etiqueta muy significativa en ... los estudios sobre la historia de esta disciplina para englobarlas: arqueología romántica. Si se hojea cualquier manual dedicado a ella, es inevitable dar con un capítulo sobre el estadounidense Hiram Bingham, el descubridor de Machu Picchu, en Perú, en julio de 1911. Bingham no fue a tiro fijo y recorrió numerosas cumbres y valles andinos hasta que alcanzó su objetivo. Y en su búsqueda, pasó por Vilcabamba. Un siglo después, siguiendo sus pasos pero tras otra meta, el escritor, historiador y explorador vitoriano Miguel Gutiérrez Garitano, a la cabeza de un equipo hispano-peruano, ha descubierto en la misma región los restos de una de las últimas explotaciones mineras de los incas y los del asentamiento español que las siguió aprovechando en los siglos XVI y XVII.
Vilcabamba acogió el último núcleo de resistencia de los incas frente a los invasores españoles. Allí se estableció el denominado Estado Neoinca (1536-1572), tras la conquista española del Tahuantinsuyo. Este estado fue fundado por Manco Inca frente a los españoles, después de que estos tomaran Cuzco en 1533 y ejecutaran a Atahualpa en Cajamarca (1532). La región, situada en la selva alta cerca del río Chontabamba (afluente del Urubamba), a unos 118 kilómetros de Cuzco, ofrecía un terreno remoto y difícil de acceder, ideal para la defensa. El Estado Neoinca fue gobernado por cuatro monarcas sucesivos, herederos de Huayna Cápac, quienes lideraron una resistencia numantina. Tras décadas de relaciones más o menos tensas entre incas y españoles, el asesinato de un enviado español llevó al virrey Francisco de Toledo a ordenar la conquista de Vilcabamba.
Centro ceremonial
El 24 de junio de 1572, una expedición encabezada por Martín Hurtado de Arbieto tomó la ciudad, que fue encontrada incendiada y abandonada por los incas ante el avance español. Túpac Amaru I fue perseguido, capturado y ejecutado en Cuzco, episodio que puso fin al Estado Neoinca. La ciudad quedó abandonada.
Gutiérrez Garitano recorrio la región por primera vez en 2011. Cuatro años después localizó los restos de lo que parecía ser un centro ceremonial inca no documentado hasta entonces, y otros posibles yacimientos arqueológicos. El explorador vasco, miembro de la Sociedad Geográfica Española, dio parte de todos estos hallazgos al Ministerio de Cultura de Perú, pero no dio su búsqueda por cerrada. El siguiente paso fue presentar un proyecto arqueológico en toda regla, que, una vez aprobado, se puso en marcha el año pasado.
Los yacimientos estudiados bajo la dirección científica de la arqueóloga Geanette Guzmán-Vinatea «podrían ser los restos de las poblaciones inca y española, respectivamente, de Oncoy y la Villa Rica de Argete», explica Gutiérrez Garitano. Ambas aparecen mencionadas en las crónicas españolas. Estas localidades habrían funcionado como centros de explotación y administración minera durante la época virreinal.
Los restos arqueológicos más significativos se encontraron en el monte Comballa, «un cerro de 4.700 metros de altura situado al suroeste de Vilcabamba», que sería el histórico cerro platífero de Guamani y Guamanapi, de gran importancia en la historia del virreinato. En este punto, también se ha identificad un tramo de carretera inca y se han encontrado evidencias que demostrarían que el Comballa fue un apu (montaña sagrada) andino. «Las ciudades perdidas de Oncoy, inca, y la Villa Rica de Argete, española, fueron los poblados mineros en los que Martín Hurtado de Arbieto situó después la primera capital española de toda la región de Vilcabamba», explica el explorador alavés.
Ciudad sobre ciudad
La ciudad española de Vilcabamba «se fundó inicialmente en Hoyara, para después trasladarse, supuestamente, a donde se encuentra en la actualidad. Pero creemos que con el hallazgo de las minas de plata en el cerro Guamani, actual Comballa, la ciudad se refundó sobre la llamada Villa Rica de Argete, que nosotros relacionamos con el yacimiento descubierto», insiste el explorador. Estas minas «se agotaron pronto. Por eso creemos que, de nuevo, el pueblo se trasladó a donde se encuentra hoy, en un paraje más amable y mejor conectado».
Los trabajos de prospección se han hecho combinando técnicas tradicionales con el uso de drones, y las excavaciones y sondeos se han realizado gran altura, en cotas que, en términos europeos, resultan asombrosas: «De entre 3.000 y 4.700 metros de altitud». El resultado ha sido el descubrimiento y documentación de «ruinas incaicas y españolas superupestas relacionadas con la explotación de minas de plata; evidencias de cultus religiosos desde época incaica a la virreinal; restos de una antigua ciudadela y de un par de asentamientos» asociados a la cultura chanca, que se desarrolló enre los años 1200 y 1440.
Todos estos hallazgos son importantes en sí mismos, pero también porque «permiten poner la lupa sobre un periodo a menudo despreciado: que es el tránsito de la Vilcabamba incaica hacia el Perú moderno».
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