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Jesús, vizcaíno de 61 años, empleado de banca prejubilado, es «el único hombre con escolta en Euskadi» por violencia de pareja. Cada vez que sale ... de casa, tiene que avisarle para protegerle. Su exmujer, S.M., de 58, economista de formación, nacida en Barakaldo y madre de sus dos hijos, ha sido condenada a nueve años y nueve meses de prisión por intentar matarle dos veces, en septiembre y octubre de 2022, con una diferencia de 20 días y con la ayuda de un cómplice, su nuevo marido, que también cumple una pena de nueve años por los mismos hechos.
Pues bien, desde el pasado 16 de mayo, y cuando apenas ha cumplido dos años y siete meses de la condena, la presa se encuentra en libertad tras concederle la junta de tratamiento de la cárcel de Zaballa un tercer grado por enfermedad, y aprobarlo el Gobierno vasco. «Cuando me intentó matar ya tenía cáncer con metástasis. Se lo dijo a mi hija en las Navidades de 2021. Eso no la va a frenar. Va a venir a por mí como ya ha hecho varias veces. No sé cuándo, ni si será ella o mandará a alguien», advierte el hombre. Alegando que estaba enferma también trató de retrasar el juicio, pero la Audiencia no lo admitió.
Pese a que la comunicación a la víctima de una decisión que puede poner en peligro su vida es obligatoria, Jesús se ha enterado de la decisión de manera indirecta y no ha podido recurrirla, ya que la concesión no ha sido autorizada por los jueces, sino por la propia prisión. «Están adoptando una libertad condicional de tapadillo, sin el control judicial».
Se queja también de que no se presente ningún informe psicológico ni médico sobre el estado actual de la mujer. Asegura que justifican la excarcelación con un «mero dictamen» de una trabajadora social. Además, S.M. presenta un «trastorno límite de la personalidad, que le lleva a actuar con impulsividad y sin medir las consecuencias», según los psiquiatras que la han evaluado con anterioridad. «Es una 'bomba de relojería'», advierte.
Pese a sufrir una dolencia grave, a la presa le permiten vivir sola en un piso social y «pretende, además, cuidar a uno de sus hijos». Según la ley, este tipo de libertad debe acordarse cuando se trata de una enfermedad sin cura, que la estancia en prisión pueda acortar su vida y, lo que en este caso resulta más relevante, que su estado de postración «haga indigna» su permanencia en la cárcel e imposibilite cualquier actividad delictiva, algo que Jesús cree que no ha quedado acreditado.
Para colmo, va a vivir en Bilbao, a 15 minutos a pie del domicilio de Jesús y puede salir a la calle durante cuatro horas al día. El hombre teme de nuevo por su vida y ha revivido la pesadilla. Sólo le queda la esperanza de que la Audiencia vizcaína, tribunal que dictó la sentencia condenatoria por homicidio en grado de tentativa y que ha admitido su queja, obligue al juzgado de Vigilancia Penitenciaria a que se pronuncie sobre el caso para poder recurrir así la polémica decisión.
Jesús pidió el divorcio en octubre de 2013 después de que su vida marital se convirtiera en un calvario. «Cuando se lo dije, se quedó patitiesa. Estuvo cinco minutos sin moverse. Y entonces pensé: 'voy a tener problemas'». Con dos hijos en común, ella se vio sobrepasada por algunos problemas de salud de los menores. «Cuando bebía me tiraba los zapatos y la ropa por la ventana. Me cortó las corbatas en cachitos y llevó mi coche al cementerio». Sin embargo, lo peor fueron los episodios violentos y varias denuncias falsas que terminaron «con ella inculpada». Jesús se fue a vivir a un piso alquilado con su hija menor. En 2020, su exmujer se volvió a casar y él creyó que así terminaría la pesadilla, pero nada más lejos de la realidad. Cuando le reclamó 27.000 euros por el importe impagado de varios años de la pensión alimenticia de la menor, ella «entró en cólera» y «empezó a vigilar mi domicilio».
El 26 de septiembre de 2022, cuando Jesús salía de casa para ir a trabajar y se disponía a arrancar su coche, un hombre se le acercó por detrás y trató de empujarle hacia el interior. Le colocó un cuchillo en la espalda y, al resistirse, se lo clavó en la zona lumbar. Jesús empezó a gritar y el agresor huyó corriendo. En un primer momento, pensó que podía tratarse de un robo porque no conocía a aquel individuo, pero, en cuanto se dio cuenta de que no le había pedido nada, pensó en su exmujer.
Jesús desconocía que el agresor era el nuevo marido de S.M. y que ella estaba a pocos metros. Una testigo, que luego declaró ante la Ertzaintza y en el juicio, vio cómo el hombre se aproximó a Jesús y le agredió, mientras la mujer, «bajita, con un abrigo de plumas, un gorro de paja y gafas de sol», le seguía detrás y le ordenaba: «¡Vete ya!». «El día del cuchillazo, ella estaba detrás observándolo. Parece que le daba un plus de placer», piensa.
Veinte días después, el 18 de octubre de 2022, la pareja intentó matar de nuevo a Jesús. Esta vez, la Ertzaintza les localizó en un coche en las inmediaciones de la vivienda de Jesús. Ella intentó escapar. Llevaban en una mochila un auténtico arsenal, compuesto por una táser, un cuchillo, un cúter, dos pares de guantes de látex y «una pistola Astra preparada para disparar». La pareja detenida ingresó en prisión y la Ertzaintza recomendó a Jesús que aceptara «escolta permanente».
Jesús declaró que S.M. «está obsesionada con matarle y que había encargado el crimen a un sicario, aunque él fue más listo y se quedó con el dinero sin hacer nada». Pero la pesadilla continúa. «Sigue teniendo dinero y no va a parar», teme Jesús.
La presa no tendrá que regresar a dormir a la prisión alavesa de Zaballa, la única con módulo femenino de Euskadi, porque ha aceptado llevar una pulsera de geolocalización. De esta forma, podrá seguir cumpliendo la pena en régimen de libertad, con un horario establecido para poder salir del domicilio. Sin embargo, la empresa Cometa, que se encarga de gestionar los dispositivos gemelos que llevan las víctimas de violencia de género, se niega a colocarle uno a Jesús, como ha pedido, «por ser un tío». «No me la ponen porque no soy mujer», protesta. Y, según el contrato que mantiene esta firma con el Gobierno central, sólo se concede a mujeres víctimas de violencia de género. Así, Jesús no podrá saber si la responsable de dos intentos de homicidio en grado de tentativa contra él se le acerca y se salta la orden de alejamiento de 150 metros que pesa sobre ella durante ocho años. «Nadie ha evaluado psicológicamente a esta señora ni el riesgo que supone para la víctima que esté en la calle», denuncia.
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