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María Luisa Martínez de la Cuesta, paciente que ha perdido 78 kilos tras un bypass gástrico, y el doctor Víctor Valentí, codirector del Área de Obesidad de la Clínica Universidad de Navarra, explican cómo estos procedimientos quirúrgicos contribuyen a ganar calidad de vida
María Luisa no podía hacer una vida normal. Tras haber lidiado con la obesidad desde que era una niña y pese a ser un problema que han sufrido y sufren muchos de sus familiares, sus 140 kilos de peso limitaban su día a día y, lo que es peor aún, ponían en riesgo su salud. Apenas se movía, se fatigaba, tenía hipercolesterolemia, hipertensión arterial, diabetes tipo 2 y apneas de sueño, incluso se tenía que mover en carrito para ir a la playa de Plentzia, donde reside. Fue en ese momento cuando llegó el punto de inflexión: «Esto no puede seguir así», se dijo a sí misma.
Tras años de dietas en las que bajaba peso para volver a recuperarlo, María Luisa venció uno de sus grandes miedos y, animada por su hermano, decidió dar el paso de someterse a una cirugía bariátrica. «O hago esto o ya no quedan más opciones», pensó. Así que llegó a Pamplona dispuesta a que el equipo médico de la Clínica Universidad de Navarra le diera las instrucciones oportunas para poder cambiar su vida.
El consejo fue la realización de un bypass gástrico y laparoscópico que se realizó a finales de 2022. «Me hicieron un estudio de composición corporal y tuve que bajar peso antes de la intervención (adelgazó 18 kilos), y fue un éxito total, ni un dolor, pasé una noche en el hospital y al día siguiente ya estaba en casa», rememora. «Fue un gran cambio de la noche a la mañana, pero siguiendo a pies juntillas los consejos de los médicos», destaca. Porque además de haberse sometido a una cirugía bariátrica, María Luisa hace hincapié en que también ha sido un ‘cambio de chip’ mental: «He aprendido a comer, ahora como de todo pero muy poca cantidad, es decir, como menos pero haciendo más comidas al día».
Casi tres años después ha perdido 78 kilos de peso y lleva una vida plenamente normal y muy activa: «Voy al gimnasio dos días a la semana y me gusta recorrer el paseo marítimo de Plentzia», asegura. Y lo que es más, ese miedo que sentía antes de la operación se ha convertido en «una nueva vida». ¿Qué le aconsejarías a alguien que está en la situación que estabas tú? «Que no se lo piense porque es lo mejor que he hecho en la vida», concluye.
No en vano la obesidad «es una enfermedad crónica que va evolucionando a lo largo de los años y que produce una pérdida de calidad de vida que va asociada a problemas de salud derivados del sobrepeso, como la sobrecarga en las articulaciones, la hipertensión arterial, la diabetes tipo 2, empiezan a tener también problemas de apnea del sueño…», puntualiza el doctor Víctor Valentí, especialista en Cirugía General y Digestiva y codirector del Área de Obesidad de la Clínica Universidad de Navarra. Además, también se está viendo que la obesidad crónica «está asociada con una mayor incidencia de varios tipos de cáncer y con una mortalidad más temprana», apunta el experto.
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La persona a la que operamos se va a casa en dos días
Dr. Víctor Valentí | Especialista en Cirugía General y Digestiva y codirector del Área de Obesidad de la Clínica Universidad de Navarra
Lo cierto es que hay muchos tipos de obesidad, clasificados en grados en función de las características de los pacientes, es por ello que cada uno requiere de una intervención personalizada. «No hay una sola causa por la que podamos decir que una persona tiene obesidad, sino que normalmente son muchos factores. En muchos casos no podemos atribuir la obesidad a una persona que come mal y no se mueve porque sí es cierto que hay muchas personas que tienen obesidad relacionada con malos hábitos, pero en muchas otras ocasiones la enfermedad subyace relacionada con el metabolismo, que son todos los mecanismos que controlan en el organismo, el balance energético, la necesidad de comer, la ansiedad, el apetito… Y la genética familiar es también un factor muy importante en esta enfermedad», destaca el doctor Valentí.
Desde la consulta de valoración inicial, lo que buscamos siempre en cualquiera de los tratamientos es que esas personas tengan hábitos de vida saludables, lo que significa llevar una alimentación adecuada y procurar hacer un poco de ejercicio. Habitualmente la gente cuando viene al hospital ya ha pasado por muchos intentos de perder peso, volver a ganarlo… así que el primer paso es hacer una evaluación global para establecer cuál es la mejor de las opciones. En el Área de Obesidad hemos tratado a miles de pacientes y cuando el índice de masa corporal está por encima de 35 y la persona tiene alguno de los problemas de salud de los que hemos comentado, sabemos que lo mejor es hacer un tratamiento quirúrgico por los resultados que ofrece a largo plazo y por la resolución de los problemas de salud.
Hay muchos tipos de intervenciones en las que tenemos mucha experiencia porque llevan haciéndose muchos años y que son mínimamente invasivas porque se hacen por laparoscopia o robot, lo cual posibilita que la recuperación sea muy rápida. Es decir, una persona a la que operamos, ingresa el mismo día que se opera y a los dos días se va para casa. En función de la persona, sus características y necesidades hacemos una intervención u otra pero básicamente existen tres grupos. Uno de ellos es en el que dejamos el estómago un poco más pequeño, las llamadas cirugías restrictivas. De ellas la más famosa es la gastectomía tubular. Esas técnicas funcionan, no solo porque el estómago se hace más pequeño sino porque las personas que se operan con esta técnica experimentan que tienen menos apetito a la hora de comer. Otra de las opciones son las intervenciones mixtas, un poco más complejas y con mejores resultados a largo plazo, como el bypass gástrico, con el que dejamos el estómago más pequeño y hacemos que la comida pase por menos metros de intestino de tal forma que se absorba en un tramo menor. Y hay otras técnicas que hacemos en un porcentaje más pequeño, para casos más extremos de obesidad que son lo que se llaman hipoabsortivas, que modifican el tracto gastrointestinal buscando una menor absorción de alimentos para lograr una mayor pérdida de peso.
La realidad de esta cirugía es que se hacen con mucha frecuencia y apenas hay complicaciones. Cuando una persona se opera, por la tarde ya está en la habitación levantada. Los cambios que se hacen en la biología del estómago y el intestino suponen que uno puede comer cualquier cosa desde el primer día, pero una nutricionista da unas pautas sobre qué tipo de alimentación triturada tienen que llevar durante tres semanas para ir adaptando el estómago y el intestino. Y en la revisión que realizamos pasadas esas 3 o 4 semanas ya se ve que los pacientes han empezado una vida distinta porque han perdido de 8 a 12 kilos, dependiendo de las técnicas, y notan que les duelen menos la rodilla, el azúcar se va normalizado en la analítica… empiezan a masticar comida y se va normalizando la dieta; además, como las heridas ya han cerrado, uno ya puede hacer más ejercicio. Con todo ello lo que vamos buscando es que las personas adquieran hábitos de alimentación adecuada y volver a reestructurar un poco el cuerpo.
Sí, es muy importante. No se trata de operarse para no cambiar nada; hay gente que se opera y que con los años vuelven a coger peso, pero lo que nosotros hacemos es aprovechar que el cuerpo va a ‘volver a empezar’ para ayudar a mantener esos buenos hábitos. Porque al tercer o cuarto mes uno ya está comiendo todo tipo de alimentos, pero le hemos enseñado que se tiene que fijar en las cantidades, en qué alimentos le van a sentar mejor desde el punto de vista nutritivo y van a ser más saludables, compra inteligente en el supermercado, cómo cocinar determinados alimentos… muchas cosas que son herramientas para que en su día a día adopten esos cambios y los beneficios de la cirugía se vean también a largo plazo.
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