
No se borra a nadie reconociendo a todas
La verdadera amenaza no somos las mujeres trans, sino el machismo estructural
Carla Antonelli
Senadora de Más Madrid
Viernes, 2 de mayo 2025, 00:01
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Carla Antonelli
Senadora de Más Madrid
Viernes, 2 de mayo 2025, 00:01
La reciente sentencia del Tribunal Supremo de Reino Unido que restringe la definición legal de 'mujer' a criterios de sexo biológico asignado al nacer ha ... sido recibida con júbilo por quienes, desde hace años, buscan deslegitimar la existencia de las personas trans. No podemos permitir que ese júbilo se imponga. No se trata de una mera cuestión semántica. Lo que nos jugamos es el reconocimiento de nuestras vidas, de nuestras identidades y de nuestra dignidad. Y eso, ni se negocia ni se suplica: se exige.
Cuando la ley se convierte en una barrera para el reconocimiento pleno de las mujeres trans, estamos ante una regresión que nos debería avergonzar como sociedad. Las mujeres trans existimos, resistimos y luchamos desde hace décadas por ser tratadas como lo que somos: mujeres. No lo decimos solo nosotras, también organismos internacionales de derechos humanos, expertos médicos, psicólogos, juristas y, lo más importante, lo avala nuestra experiencia de vida.
Nos quieren hacer creer que incluirnos es excluir a otras, que reconocer nuestras identidades borra al resto de las mujeres. Pero esa es la gran mentira. No se borra a nadie reconociendo a todas. La verdadera amenaza a los derechos de las mujeres no somos las mujeres trans. La amenaza está en el machismo estructural, en la brecha salarial, en la violencia de género, en la misoginia que atraviesa las instituciones. No en una mujer trans que quiere usar un baño o acceder a un recurso que necesita para vivir con la dignidad y el respecto que todas merecemos.
¿Y saben por qué lo sé? Porque lo he vivido en mis propias carnes. Que me digan que no soy suficientemente válida, o que mi identidad es un disfraz. Lo he escuchado en parlamentos, en platós, en redes sociales, pero también en la calle, en la consulta médica o en la ventanilla de un banco. Y, aun así, aquí seguimos, con la cabeza alta defendiendo un principio básico: todas las personas tienen derecho a ser quienes son, a vivir sin miedo y con los mismos derechos que las demás.
La sentencia británica llega en un momento en que los discursos de odio hacia las personas trans crecen como la mala hierba. Donde antes hablábamos de avanzar en derechos, ahora tenemos que defendernos de retrocesos. No es una anécdota judicial: es una señal de alerta para todas las democracias. Si el derecho no protege a las minorías, no es justo. Si una ley excluye, discrimina o deshumaniza, no es digna de una sociedad civilizada.
Por más que ahora los jueces intenten dar marcha atrás asegurando que los derechos de las mujeres trans están garantizados, ya se ha puesto en marcha una maquinaria que busca redefinir esos mismos derechos. Se abre un interrogante que inquieta: ¿qué solución se plantea si las mujeres trans dejan de poder acceder a baños, vestuarios, cárceles o refugios para mujeres víctimas de violencia, tal como lo hacían hasta ahora? Lo mismo ocurre con los derechos laborales, las políticas de igualdad o las cuotas de género.
Un goteo día a día del que vamos teniendo conocimiento, como que las mujeres trans que resulten detenidas serán registradas por agentes varones, lo que dará paso a abusos y humillaciones. Se ha abierto una grieta que nos recuerda a las épocas más oscuras del 'apartheid': separar para excluir.
A todas esas personas que dicen defender a las mujeres mientras niegan a las mujeres trans, les digo: el feminismo no es un club exclusivo elitista, blanco y burgués. Es un movimiento que nació para romper cadenas, no para poner nuevas. No puede construirse sobre la base del odio, del miedo o de la exclusión. Un feminismo sin mujeres trans es un feminismo que olvida de dónde partió, dejando atrás su vocación emancipadora.
Por eso, a quienes hoy intentan utilizar los tribunales para decidir quién es mujer y quién no, les digo claramente: no nos vamos a callar, no vamos a retroceder ni a volver a los márgenes. La historia la escribimos también nosotras, con nuestras voces, con nuestras luchas, con nuestras cicatrices, las que llevamos tatuadas en la espalda de tantos insultos. No queremos privilegios, queremos igualdad. Y no dejaremos de luchar hasta que ser mujer no venga con asteriscos.
Las mujeres trans también somos mujeres. Lo somos con papeles y sin ellos, con leyes y a pesar de ellas. Y nadie, ni un juez, ni un político, ni una ideología, podrá arrebatarnos eso jamás.
La imagen de un grupo de mujeres celebrando frente a los tribunales que las mujeres trans queden sin derechos en Reino Unido es una aberración y una indecencia moral. Ver a J. K. Rowling brindar con copa y puro por esa sentencia no es libertad de expresión: es la crueldad revestida de privilegio. La historia recordará quiénes lucharon por la dignidad… y quiénes brindaron mientras otras eran excluidas.
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