
Un cómic medieval en un templo alavés
Alaiza (Álava) ·
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Alaiza (Álava) ·
Corría el año 1982. El párroco de Alaiza, Juan José Lekuona, se empeñó en saber qué había detrás del retablo barroco de su iglesia, quizás ... animado por algunos hallazgos casuales que se habían dado en otros templos del país, quizás esperando encontrar las bellas pinturas góticas que enseña la iglesia de San Martín de Tours, en el vecino pueblo de Gazeo, y descubiertas pocos años antes.
Pleno de curiosidad, el cura se coló, armado de un cuchillo, detrás del armazón de madera del retablo, pasó a la cuenca absidial del templo y, subido a una escalera, comenzó a rascar la capa de cal que cubría las paredes de la bóveda del presbiterio. Y ¡oh sorpresa! Apareció un caballo pintado. Solo era la confirmación de una sospecha: allá había más pinturas.
El templo de la Asunción pasa casi desapercibido detrás de las casas de Alaiza. De aspecto muy modesto, apenas destaca sobre los tejados la espadaña de sillería con sus simples campanas, apenas su discreta portada románica. Nada hace sospechar que en el interior guarda una joya enigmática de la iconografía medieval.
Tras el hallazgo del párroco, llegaron los expertos y rascaron con cuidado y a conciencia la cal que cubría los muros curvados del presbiterio. Apareció allí todo un despliegue de dibujos que nada tenían que ver con ninguna temática religiosa ya que las escenas en rojo parecían más el 'storyboard' de un relato social y bélico medieval en varios episodios.
Los historiadores les han dado después mil vueltas a posibles y numerosas interpretaciones. Primero se les ocurrió que quizás representaban la batalla de Nájera, pintada por alguno de los soldados ingleses acantonados entonces en la Llanada, y las situaban por ello en el siglo XIV; hubo quien relacionó los dibujos con escenas de los Caballeros del Temple. Todas sin salida.
Aparecen en el relato mujeres y hombres sobre todo de la capa noble. Y de ello explica, reivindicándolas, en 'Tierra de damas. Las mujeres que construyeron el románico en el País Vasco' la historiadora Isabel Mellén. Ellas se presentan dando a luz y participando en cortejos y actos sociales de ofrendas y en los fundamentales rituales funerarios; ellos se dedican a la guerra y las batallas.
Hay soldados de caballería, de infantería... Los medievalistas son capaces de leer sus indumentarias, las mallas que llevan sobre sus ropas, sus escudos de lágrima y los cascos con protección nasal que se utilizaban en el final del siglo XII; hay un ballestero con ballesta sin estribo, un arma de ese tiempo que resulta un dato inequívoco para datar en ese momento y no otro las pinturas. Identifican los tipos de armas: hachas, mazas, manguanes, lanzas o espadas, soldados que lanzan piedras, combatientes que tocan cuernos. Entre los soldados se presenta un curioso centauro que también ha suscitado no poca controversia.
Todavía había otro misterio en una inscripción parcialmente borrada y escrita en latín en el pie de la bóveda. Traducida por «fruto salutífero dio a probar el Señor al tiempo de su muerte» plantea aún nuevos caminos para solucionar el enigma del relato pintado. Esa es quizás la mejor propuesta de las pinturas rojas de Alaiza; el desafío a sentarse ante ellas y ser capaces de hacer una lectura tan inocente como completa de lo que cuentan. Si alguien se atreve...
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.