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Expertos advierten del surgimiento de congresos que engullen en su programación a todo el que pague. Adobestock
La ciencia se juega su prestigio

La ciencia se juega su prestigio

Decae la credibilidad científica por el auge de revistas sin ética que publican artículos creados por 'fábricas' de IA, con una repercusión que llega hasta las políticas públicas

Sábado, 3 de mayo 2025, 13:00

Tiembla la ciencia ante dos fenómenos que amenazan con derrumbar lo que hasta ahora sostiene el prestigio de las investigaciones y la reputación de científicos e instituciones. Uno, la irrupción de publicaciones que disminuyen o anulan el proceso de revisión de la metodología y el resultado de un estudio. La otra, el surgimiento de congresos que engullen en su programación a todo el que pague. Las cabeceras se han multiplicado gracias al margen de beneficio que deja el cobro de sus tarifas, entre 5.000 y 12.000 euros por artículo, según varias fuentes, y algunos editores relajan las normas de verificación para sacar la mayor cantidad posible de textos. Se estima que se publican unos tres millones de artículos anuales en el mundo.

Hace pocas semanas, una de las más grandes editoriales científicas del planeta, con revistas en campos como genética, medicina o biología, citó a todos sus editores para alertarles de la proliferación de artículos creados de forma artificial y les instruyó sobre cómo reconocerlos y evitarlos, en el marco de la «crisis de confianza e integridad» que enfrenta la ciencia. Creados para generar impacto, aunque su aportación sea nula, por empresas que en el mundo científico se conocen como fábricas de artículos ('paper mills') y que se venden a los académicos desesperados por cubrir un cupo de publicaciones anuales para sus ascensos o promociones.

Se estima que hay más de 15.000 «revistas depredadoras» caracterizadas por exigir un pago rápido, tener poca rigurosidad en la revisión y consejos editoriales falsos que a veces menciona alguna eminencia sin su autorización, según el estudio 'Combatiendo las revistas y conferencias académicas depredadoras'. Realizado por InterAcademy Partnership (IAP), una plataforma que integra a unas 140 academias de ciencia, ingeniería y medicina, incluye una encuesta a casi dos mil investigadores de 112 países, y la cuarta parte reconoció haber publicado en una de estas revistas para progresar en sus carreras y por la conveniencia y facilidad. Una décima parte mantuvo que no sabía diferenciar una legítima de una depredadora. Se trata, concluye el documento, de una práctica «arraigada» entre los científicos.

La alarma comenzó a saltar cuando el sistema que clasifica las publicaciones académicas por su importancia e impacto, Web of Science, expulsó de su directorio a 50 revistas por «amenazar la integridad» con deficiencias metodológicas, hace un par de años. «Se considera que su comportamiento no es ético y se les llama depredadoras porque tienen normas de integridad más relajadas», explica Isabel Sanmartín, investigadora del CSIC y del Real Jardín Botánico, y miembro de una comunidad de revisores independientes de primer nivel. «Este problema se agudizó tras la pandemia, porque había necesidad de disponer de resultados lo más rápido posible, y la revisión por pares (dos expertos que comprueban los detalles de forma altruista) puede tardar hasta un año. Además, ha crecido la presión por publicar en los investigadores jóvenes. Antes, con dos o tres artículos al año bastaba para una promoción. Ahora necesitan diez o doce».

«Tenemos herramientas que detectan el plagio, pero la inteligencia artificial también se entrena para evitarlas»

Isabel Sanmartín

Investigadora del CSIC

Con las herramientas adecuadas para procesar ingentes masas de información y componer artículos con datos de otros reservorios, las 'fábricas de artículos' dinamitan el corazón de la reputación científica con aparentes textos serios que se publican previo pago, a veces en revistas de primer nivel. «Las 'paper mills' actúan en revistas de impacto», advierte Sanmartín. Los manuscritos se producen a gran escala «con textos o conjuntos de datos derivados, copiados o inventados» y se venden a «equipos de autores», según el artículo 'Un llamado a la investigación para abordar la amenaza de las fábricas de artículos de investigación', publicado en Plos Biology. Incluso subastan la posición de los autores en el orden de firmas y el pago se hace «antes o después de la aceptación del manuscrito».

Otro factor que encarece la tasa que se le cobra a los autores es el «acceso abierto» que se concede a quien quiera leerlo, pertenezca o no a una institución que paga un servicio de suscripción, lo que amplifica su divulgación. El talonario de algunas instituciones, dispuestas a desembolsar cantidades cada vez más elevadas, crea además otra distorsión, una especie de competencia desleal que afecta incluso a los investigadores españoles. «Nosotros no podemos publicar en varias de las revistas 'Nature', por ejemplo, porque no nos llega el presupuesto, y por eso no publicamos mucho o tenemos que hacerlo siempre con extranjeros, lo que disminuye nuestro liderazgo», confirma Sanmartín. «Cuanto más ven que queremos publicar, más nos cobran».

10.000 artículos

son retirados cada año al desenmascararse una alteración de resultados o la falsedad completa.

En un mercado de textos científicos que representa casi la mitad (46%) de lo que reciben las revistas para su evaluación, según datos de 2019-2021 publicados en Plos, llama la atención el escaso estudio de su impacto. «Sus productos, operaciones y servicios siguen siendo poco estudiados», advertía un equipo de académicos australianos encabezados por Jennifer Byrne, a finales de 2024. «La falta de investigación empírica realizada hasta la fecha podría reflejar, en parte, las dificultades para estudiar actividades encubiertas, los riesgos de seguridad tanto para los participantes como para los investigadores, la suposición de que las fábricas de papel no afectan a la investigación convencional y la limitada financiación específica».

Freno de mano

Ahora bien, las mismas revistas empiezan a frenar el ritmo por miedo a que la ambición rompa el saco, ante el aumento de retractaciones. Más de 10.000 artículos anuales son retirados por sus autores o editores al desenmascararse una alteración de resultados o la falsedad completa. Con los textos retirados hay una pérdida de credibilidad, que hace que caigan del ranking de Scopus o Web of Science. Cuanto más abajo, menos atractivas para los que pagan y el negocio se resiente. «Hay un riesgo para las revistas al dejar pasar artículos que luego se demuestra que son 'paper mills' o que se retractan», sostiene Sanmartín. «Tenemos herramientas que detectan el plagio, pero la inteligencia artificial también se entrena para evitar estas herramientas, y hay una carrera entre la IA y los detectores de Chatgpt o similares».

«Muchos congresos se organizan sin un criterio científico demasiado estricto, con el fin de obtener rendimiento económico»

Ramón Agüero

Catedrático de la Universidad de Cantabria

Pero la rueda gira y tiene repercusiones, sobre todo en cuestiones relacionadas con la salud y la sanidad, donde se mueven ingentes cantidades de dinero público y privado. Por ejemplo, en el diseño de soluciones de adaptación y mitigación del cambio climático. Una de las revistas desterradas del directorio de notoriedad académica fue la influyente 'International Journal of Environmental Research and Public Health' (revista internacional de investigación ambiental y salud pública), revelaba 'Science' en un editorial, que movía unos 17.000 artículos anuales con un promedio de poco más de un mes para revisarlos.

«Lo más grave sucede a nivel general en la forma de repercutir en el ámbito de la salud», afirma Sanmartín. «Los datos fabricados o no exactos retrasan el avance de la ciencia, la investigación aplicada, porque si se dan datos falsos a una farmacéutica, que los usa para intentar desarrollar un fármaco, se puede llegar a callejones sin salida. Igual si pasa al revés, que sea la farmacéutica que encarga unos resultados». Los resultados falseados pueden abrir nuevas vías de investigación, que siguen otros sin encontrar nada nuevo, o cerrar otras prometedoras por afirmar su inconveniencia.

Entre los sospechosos habituales están los «estudios que promocionan productos como los cigarrillos electrónicos», concluye el estudio de IAP. «Que se pueda hacer algún tipo de informe que aparentemente tenga todas las características científicas, pero diga cosas que no son correctas sin pasar por los filtros de revisión, hace evidente que el sistema tiene fallos y se deben poner salvaguardas para que suceda con la menor probabilidad posible», reflexiona Ramón Agüero, catedrático cántabro y miembro de la Sociedad Científica de Ingeniería Telemática (Scitel). Mientras se aplican parches para salvar la honorabilidad de la ciencia, ahora en jaque, los artículos depredadores se venden al mejor postor.

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