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Borja Mallo
Jueves, 1 de mayo 2025, 00:23
El hecho de que Aramaio esté enclavado a los pies de la zona más montañosa del norte de Álava y rodeado de frondosos bosques hace ... asumible que pueda sufrir más de un problema con el suministro de la electricidad por culpa de «averías». Pero este municipio de más de un millar de habitantes que tiene su capital en Ibarra cuenta con dos peculiaridades que el lunes le permitieron salvar «en apenas veinte minutos» el apagón masivo que sufrió la península durante horas.
Por una parte, dispone de una empresa pública propia de energía, Aramaioko Argindar Banatzailea, que es «distribuidora y comercializadora» y que, por tanto, no depende de la red general. Pero es que, además, desde 2018 tiene el respaldo de «un motor de barco gigante» como grupo electrógeno que funciona a gasoil y que genera electricidad cuando falla la red principal. Cuando se produjo el cero energético un técnico puso lo puso en marcha y Aramaio volvió a la normalidad en tiempo récord.
Según explica el alcalde, Asier Agirre (EH Bildu), lo habitual es que en apenas «tres minutos» el generador se ponga en marcha telemáticamente cuando hay una caída en la red. Esta vez, al tratarse de un fallo masivo que afectó a la cobertura telefónica, el motor lo tuvo que arrancar a mano el técnico gestor de la empresa municipal de energía. Un Jon Errasti que se olvido de su día de fiesta con motivo de San Prudencio para devolver la luz a sus vecinos.
«Estaba en Mondragón. Cuando me enteré comencé a hacer llamadas. Nadie me cogía, así que me volví corriendo. El generador entra en funcionamiento de manera automática cuando hay un fallo en la red, pero esta vez tocó hacerlo manualmente y por eso tardamos un poco más», detalla. Ese motor de barco que aporta 1.200 kilovatios y que «podría abastecer a tres pueblos como Aramaio» fue el que produjo electricidad y la envió a la red municipal.
Se apostó por esta solución hace seis años para solventar los apagones por el mal tiempo o por accidentes como las caídas de árboles. «Somos los últimos en la línea y con cualquier avería nos quedamos sin suministro. Como no tenemos otra vía para coger energía, en 2018 se decidió instalar este sistema electrógeno para asegurar la distribución cuando hay un problema», explica Errasti.
El técnico de Aramaioko Argindar Banatzailea asegura que se suelen producir al año «dos o tres» cortes energéticos. «No son muchos, pero nuestra responsabilidad es mantener el suministro. Por eso apostamos por el generador y creo que esta vez (a los vecinos) no se les ha hecho muy largo... como todo el mundo estaba sin luz», ironiza.
«Era San Prudencio y los servicios estaban mayoritariamente cerrados. La gente lo asumió con naturalidad y los que estaban haciendo la comida pudieron retomarlo en apenas media hora», evoca el alcalde.
En Ibarra, todos hablan de ese motor de barco que tiene algo de mágico. No en vano, ha propiciado que los apagones que antes les afectaban con mayor frecuencia hayan quedado prácticamente olvidados. «Antes pasaba mucho, pero ahora casi ni nos enteramos. Yo porque internet no volvió hasta el día siguiente, pero desde que tenemos el generador ha mejorado todo mucho», dice Pilar a la puerta de su casa.
En el interior de la farmacia, las boticarias Miren Astaburuaga y Patricia Lorenzana también insiste en que las incidencias «antes eran bastante habituales, sobre todo cuando hacía viento o se caía un árbol y averiaba la red», lo mismo que cuando había «tormentas», como dice Jokin Balanzategi, del bar Anboto. «Con el generador no hubo ningún problema», resume el sentir de todos ellos Izzana Ezzaiar, de la tienda de alimentación Kintelena.
En el núcleo poblacional principal –casi un millar de los 1.400 habitantes del municipio–, la electricidad volvió en un santiamén, aunque algún problema más tuvieron en los barrios. Josu Armendariz, de Barajuen, dice que a su casa llegó «hacia las tres de la tarde». Mientras, en el caserío de sus tíos en Arraga, los hermanos nonagenarios Fermín y Jesús Etxebarria, no se enteraron de nada. «Yo no estaba en casa y Fermín estaba en la siesta;para cuando se despertó ya había pasado todo». En lo más alto de Álava, en un paraje de ensueño, hay quien podría vivir perfectamente sin luz.
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