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La final de la Europa League ha cambiado la impresión de los hosteleros bilbaínos sobre los seguidores ingleses. Pensaban que los aficionados del Manchester United ... y Tottenham abarrotarían los bares y restaurantes de casi toda la ciudad y que también acabarían con las reservas de cerveza. Pero no fue así. Las hinchadas de ambos equipos, pero sobre todo la de los 'reds' (Manchester), superaron ampliamente las expectativas de los bares y restaurantes del epicentro del Casco Viejo, que han despachado lo que nunca. «Ay, diosito, que no puedo más», se lamentaba la nicaragüense Yuri, al frente de la barra de La Palma de la calle Correo. «¡Cómo me llegan y entran, todos a la vez! ¡Es brutal!», señalaba ayer al mediodía, incapaz de contener la avalancha de clientes.
Sin embargo, el acontecimiento futbolístico decepcionó profundamente al resto de hosteleros bilbaínos. Aunque quizá sería conveniente matizar y subrayar que no les colmó del todo por lo mucho que esperaban de la cita. «A nadie le viene mal lo que nos han dejado», reconocía Alfredo, uno de los tres dueños de las tasca que la familia alemana Thate abrió hace varios meses en el corazón de Pozas. «Llevamos poco en esta zona, pero solo ayer vendimos 12 barriles de cerveza, que es una barbaridad. No los despacho ni loco en un martes normal», reconocía Alfredo.
10€ costaba un litro de cerveza en las 'fan zones' del Parque Etxebarria y Amezola.
3,40€ Las cañas, menos demandadas que nunca, se encarecieron 60 céntimos.
25 litros de sangría En el Negresko se quedaron sin reservas antes de la una de la tarde.
A pocos metros, Pablo Reyes, el hostelero cubano propietario del Muskitza, sació a numerosos hinchas del Tottenham, que 'invadieron' Indautxu por su proximidad a la 'fan zone' de Amezola. «Me he quedado sin nada. Ayer caerían entre 14 y 16 barriles», aplaudió, frente a la desilusión reinante en la terraza del restaurante Santa Rosalía de la calle Diputación. «¿Mucho jaleo? ¡Qué va, esperábamos mucho más!», se lamentaban los camareros. Una sensación parecida a la vivida en el Ledesma Nº5, donde William, el encargado, no ocultaba su malestar. «Está todo muerto. Estamos trabajando muy poquito. Hemos perdido incluso a bastantes clientes habituales, porque muchos despachos de abogados y notarías les han permitido teletrabajar», detalló. «Creía que iba a ver mucho más. Menos mal que nos ha llegado algún cliente de todos los días», corregía Alberto, el dueño del Artajo, un histórico de la calle Ledesma, que ayer estaba semidesértica comparada con otras jornadas.
Pero donde realmente se significó la clientela británica fue con las consumiciones. Fue casi imposible dar con algún seguidor con un botellín de agua en las manos. «Beben lo que no está escrito», destacaron en el restaurante Víctor. De casi todo -excepto vino- y desde primeras horas. «Desde las diez de la mañana», alucinaba Manuel Gómez, asesor de cocina de los establecimientos del grupo La Olla, se hincharon a tomar cervezas. Algo que ya se sabía. «Esta gente es de beber mucho y comer poco», recordó Maitane Toquero, encargada del Jam Toki de la Plaza Nueva. «Las cervezas son su principal alimento», corroboraron en el Antxoa Taberna. Los más contenidos optaron por los katxis de medio litro, aunque la mayoría eligió las jarras de litro, a 10 euros la unidad. «Piden los vasos más grandes», reveló la encargada de la histórica Taberna Plaza Nueva. «Hemos empezado el día con 24 barriles de 'birra' y ya solo nos quedan diez, pero es que empiezan a agotarse las botellas de ginebra», aseguró, a las doce y media de la mañana, la colombiana Verónica Cuéllar.
Sin embargo, en contra de lo previsto, rompieron todos los estereotipos al tirar de tragos largos, mayoritariamente combinados de vodka con sprite y limón. No solo acabaron con las reservas de vodka. También pidieron «gin tónics y cubatas», detalló Gómez, sorprendido por la reacción de mucho clientes «quejándose de los precios, aunque los hemos mantenido estables. ¡Ojalá me equivoque, pero si empiezan a beber a estas horas no quiero pensar en cómo estarán cuando llegue la noche!», expresó preocupado.
En el Sorginzulo despacharon «cantidades industriales» de toda clase de bebidas con el mismo resultado: «Todo se nos ha acabado. Se nos ha terminado el vodka, la sangría, los hielos, hasta el whisky. No les puede faltar el 'Jackied', como se refieren ellos al Jack Daniel's. De hecho, tampoco nos queda vodka».
La final trasladó una sensación triunfal a todos los establecimientos de la Plaza Nueva. En el Negresko se frotaban las manos al tiempo que hacían cuentas. «Ya solo nos quedan 25 litros de sangría», explicaron. «No comerán nada, patatas fritas y crujiente de pollo, si acaso», pero lo de beber fue otro cantar. «Hemos tenido que reforzar los turnos y trabajar 9 personas, hasta los dueños».
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