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Antes del desarrollo de los misiles de precisión y de que la informática se convirtiera en un instrumento estratégico. El Museo de Armería de Álava ... reúne en su vasta colección -más de 1.500 piezas- objetos de ataque y defensa desde los orígenes de la Humanidad hasta principios del siglo XX. Poniendo ejemplos prácticos, esa evolución se inicia en una vitrina donde se exhiben instrumentos de piedra para cazar y manipular alimentos y un hacha de piedra (bifaces hachelenses) de hace 300.000 años, y puede terminar ante una de esas pistolas fáciles de ocultar entre la ropa.
EL CORREO se detiene ante cinco de los objetos más valiosos o singulares de la mano de Itziar Ruiz de Erentxun, técnica del museo. «Casi toda la colección proviene de una donación que realizó el coleccionista y mecenas Félix Alfaro Fournier a la Diputación de Álava en 1966», resume acerca del contexto. Ese mismo año, algunos fondos se exhibieron en la Casa de los Gobeo-Guevara, edificio del Casco Viejo que ha abierto hace unas semanas como residencia para personas mayores. Pronto se quedó pequeño, en 1975 se trasladaron las piezas al que sigue siendo hoy en día el Museo de Armería, en un edificio anexo del palacio de Ajuria Enea.
La evolución de las armas de caza, la sustitución del metal por la piedra, la generalización de los fusiles y pistolas... Hay también curiosidades como lanzas africanas y armaduras de samurais, a pesar de que la mayor parte de los fondos son europeos. Y un recorrido por las batallas más cercanas, en especial la Batalla de Vitoria o las Guerras Carlistas, es también una sugerencia de la visita a un museo que no pretende competir con La Real Armería de Madrid o los museos militares.
«Hay público de todo tipo, desde familias a doctorandos que están estudiando un determinado tema». Entre los fans declarados se encuentra un 'ilustre' humorista, Javier Cansado, que en una visita anterior a la capital alavesa defendía su interés frente a posibles críticas. «Es políticamente incorrecto reivindicarlo. Habrá quien diga que en este museo hay espadas. Sí, hay espadas y no las quiero para matarte. Lo que hay es toda la historia de las armas blancas».
Las armaduras de samuráis se remontan al Japón del siglo X. Las dos que se muestran en el museo resultan tan exóticas que es casi imposible no detenerse ante ellas. «A los más pequeños les da miedo. Y no es raro porque estaban pensadas para eso», comenta Ruiz de Erentxun. En la imagen, 1,62 metros de un conjunto de piezas de la que vamos aprendiendo sus nombres. Por ejemplo, al casco se le llama 'kabuto'. Las 'waraji' son las sandalias hechas de cuerda. Y 'obi', el cinturón que se emplea en la ropa tradicional. Desde 2018, esta armadura se ve expuesta tras un cuidadoso trabajo de restauración. Como la mayoría de piezas, esta armadura fue donada al centro por el coleccionista Félix Alfaro Fournier, nieto de Heraclio. «No solo coleccionaba naipes, coleccionaba todo tipo de objetos».
Es una de las piezas más destacadas. Fue el arma que empuñó el anarquista italiano Michelle Angiolillo para asesinar al presidente del gobierno Cánovas del Castillo cuando se encontraba en el balneario de Santa Águeda (Mondragón) en 1897. «Hace poco vino un profesor americano que estaba trabajando en su primera novela a verla», cuenta Ruiz de Erentxun. Otras novelas como 'Matar a Cánovas', de José Manuel Leonés o 'El tren de los locos', de Patxi Iurzun, recogen el episodio.
Fue en 2014 cuando la Diputación de Álava recibió la espada en depósito por su propietario, un alavés que se hizo con ella en una subasta. «Yo, al menos, no sé su identidad», dice la técnica del museo. De alguna manera, la exhibición de este espadín ornamental era una deuda pendiente y se cerraba el círculo, ya que esta espada la recibió el general Álava como obsequio de una comisión municipal en 1814 en recuerdo de la Batalla de Vitoria del año anterior. Sin embargo, al no tener descendientes, esta espada fue entregada a Lord Raglan, un amigo suyo. Los herederos de éste la depositaron en 1986 en el National Army Museum de Londres y hace unos años salió a subasta. La pieza se exhibe junto a un retrato de Francis William Wilkin, un retratista de la alta sociedad británica.
No es la armadura con más valor, pero llama la atención por sus dimensiones. Sobre todo al público familiar. El peso oscila entre los veinte y treinta kilos, adaptada para un muchacho, aunque no pensada para luchar, obviamente. «Era una muestra de poder. Seguramente perteneció a una familia de las altas esferas». En este caso, las piezas de la armadura gótica están grabadas con flores de lis y llevan el anagrama del marquesado de Falces. En el Museo de Armería también se encuentran otras armaduras que hablan de los centros de poder de la época. Es el caso de una armadura de la escuela de Pompeo Della Chiesa (s. XVI-XVII), una de las más importantes. «Trabajó para muchas de las grandes cortes europeas del momento como la española de Felipe II o el Ducado de Parma de la familia Farnesio».
Es una de las pocas cotas de malla ('cotte de mailles') del siglo XII que se conservan en España. Estos camisotes iban debajo de la armadura y estaban formados por anillos de hierro. Se encontró en 1873 en unas excavaciones en El Campillo y es una de las piezas más demandadas. «Se presta mucho», afirma Ruiz de Erentxun, acerca de una prenda de defensa que ha viajado en el tiempo y se ha visto en exposiciones sobre los Templarios o el Cid Campeador.
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