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Carlos Cienfuegos
Lunes, 31 de marzo 2025
¿Se han preguntado alguna vez cuáles son los ingredientes que componen la fórmula de una vacuna? Son muchos los elementos que participan en su fabricación. Por ejemplo, las proteínas recombinantes son una pieza clave para las vacunas de ARN mensajero, y en Cocoon Bioscience las producen con un innovador mecanismo que aúna ciencia y naturaleza.
El sistema de expresión de proteínas recombinantes BEVS existe desde los años 90. Se trata de infectar un baculovirus recombinante, un virus que infecta solo a las células de los insectos para que genere esa proteína. ¿Dónde radica la novedad? En que Cocoon no utiliza biorreactores para cultivar esas células. A través de una población de crisálidas, antes de pasar a su estado adulto, las infectan directamente. Un procedimiento completamente natural. «La diferencia con los biorreactores es que el tiempo se acorta. Nosotros en tres meses podemos hacer una prueba de concepto y saber cómo se expresa esa proteína. Si después vemos que el proceso transcurre bien, pasamos a la fase de desarrollo que dura 12 meses. En los biorreactores puede llegar a durar un año, tan solo la fase de prueba de concepto, y los costes son mucho más altos», explica Romy M. Dalton, directora de Operaciones y científica de la empresa.
La empresa ha experimentado un gran crecimiento. Para ello, ha contado desde el inicio con el acompañamiento especializado de BBVA. Sus instalaciones fueron inauguradas en septiembre de 2024. Comenzó con 5 empleados y actualmente cuenta con 44. Además, su planta industrial abarca más de 2.000 m², donde pueden llegar a producir entre 15 y 20 kilos de proteínas recombinantes anualmente. Entre estas se encuentran enzimas para la modificación de ácidos nucleicos, utilizadas en la industria farmacéutica.
44 empleados
trabajan en la planta del Parque Tecnológico de Derio.
15 y 20 kilos
de proteína recombinante pueden llegar a producir al año.
12 meses
es el tiempo desde la prueba de concepto hasta la comercialización.
En sus instalaciones todo está estudiado al milímetro asegurando que, cada parte del proceso, funcione de la mejor manera, evitando poner en peligro a los insectos. Al final como el baculovirus solo actúa sobre las células de los insectos, es completamente seguro para los humanos. Allí cuidan y observan a su propia problación, desde los adultos que crían huevos del que nacen las larvas, después las crísalidas que son inyectadas con el virus para después comenzar con el proceso de extracción de las proteínas recombinantes, para luego volver a empezar. El auténtico ciclo de la vida.
«Tomar el poder de la naturaleza nos da ventaja porque el organismo sabe cómo actuar en el momento que es infectado. En un biorreactor hay que cultivar las células en las condiciones adecuadas y es un proceso complejo», asegura Dalton. También es un proceso más barato, lo que les permite vender un producto a un precio reducido.
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Esta tecnología, llamada CrisBio, es propietaria y fue desarrollada por su empresa matriz, de la cual Cocoon nace como un spin-off por su potencial de expandir sus soluciones a sectores que se enfocan en la innovación para abordar los retos del futuro, como son el sector de la salud y de la carne cultivada. En este último, las proteínas recominantes son una pieza fundamental para su fabricación. «Pero no somos una farmacéutica, solo creamos ingredientes que ellos emplean para desarrollar sus productos», matizó Dalton.
De momento, CrisBio no conoce límites. «Actualmente tenemos esas dos líneas de negocio, pero existen otras aplicaciones interesantes que estamos explorando», apuntó Daltón.
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