
Deshágase la luz
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España ·
El gran apagón que era imposible dejó ayer sin electricidad a España y PortugalCuatro años después de que en Alemania y Austria se hablase del gran apagón, se disparasen en consecuencia las ventas de pilas y linternas y ... se nos repitiese que era del todo improbable, cuando no un bulo, que algo así pudiese pasar en la Europa meridional, el suministro eléctrico cayó ayer por completo en España y Portugal. Que sucediese a las doce y media de la mañana de un día radiante ayudó de un modo difícil de calcular a mantener la calma. Sin luz en la oficina, la gente entendió que lo suyo era salir a la calle y esperar acontecimientos tomando algo en el bar de la esquina, que funcionaba de pronto en la penumbra, sin hielos y en metálico, como el teleclub del pueblo en 1975, solo que también sin tele. En cuanto comenzó a saberse que el apagón afectaba a toda la ciudad, a toda España e incluso a Portugal, la situación se volvió reconocible: así empiezan las pelis de catástrofes y la llegada de los rusos, o la de los zombis, puede que incluso la de los zombis rusos, era cuestión de horas.
Lo siguiente fue comenzar a pensar en las infinitas posibilidades en las que un corte nunca visto del suministro se transforma en un drama en el ascensor de un edificio, en un vagón de metro o en la casa de un enfermo electrodependiente a la que no llegan noticias de lo que ocurre. Que las noticias oficiales pueden tardar en llegar cuando se necesitan fue otra cosa que aprendimos ayer. El presidente del Gobierno compareció con la electricidad volviendo ya a buena parte del país y lo hizo sin poder explicar qué había pasado, si nos había dejado a oscuras el infortunio, la incompetencia o el enemigo. Que el cisne negro será despellejado y cocinado al ajillo por nuestra política ni se discute. Tampoco que habitamos un futuro particular en el que de pronto conviene que las cosas funcionen como en el pasado, que las cerraduras se abran con una llave y las persianas se muevan con una manivela. Conviene del mismo modo tener dinero en efectivo, un coche lleno de gasolina, una despensa con conservas y un transistor con pilas. La suerte fue ayer que la luz artificial se fuese cuando quedaban aún suficientes horas de luz natural. Al hombre contemporáneo la noche oscura del alma le llega entre velas y con la batería del teléfono por debajo del 10%, sin manera de recargar.
Ucrania
El Kremlin declaró ayer un alto el fuego unilateral de tres días en Ucrania. Lo hizo de pronto y aludiendo al ochenta aniversario de la victoria sobre el nazismo. Hay que recordar que el Kremlin explicó hace tres años que invadían Ucrania precisamente por eso, por el nazismo. El estilo de argumentación es tan abiertamente cínico que en Moscú comienzan a disparar por el mismo motivo por el que dejan de hacerlo. Que el alto el fuego llegue acompañado de un llamamiento a «la interacción constructiva con los socios internacionales» hace pensar en que el Kremlin responde al aparente enfado de Donald Trump. Como si la idea consistiese en dosificar la tomadura de pelo por el lado negociador mientras se sigue bombardeando Ucrania según lo previsto. A este respecto cabe recordar la costumbre de Moscú de decretar periodos de tregua para demostrar invariablemente cómo los rompen los demás: esa gente que no se deja invadir pacíficamente. El sábado vimos a Trump hablando con Zelenski a solas en la basílica de San Pedro. Que esta vez no pareciese amenazarle y ni siquiera le gritase, que no tuviese que intervenir la Guardia Suiza, se interpretó como una buena señal. Así de mal están las cosas para Ucrania.
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