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Quien escribe estas líneas era al inicio de la temporada totalmente euroescéptico, como los partidarios del Brexit en Gran Bretaña, que al final se salieron ... con la suya. Parecía una entelequia el hecho de que, por aquello de que la final se juega en San Mamés el Athletic estaba casi obligado a jugarla, e incluso a ganarla. Con 36 equipos en liza a principios del torneo, es muy complicado estar en el lugar en el que está el equipo rojiblanco ahora. Solo quedan los cuatro mejores, y es uno de ellos.
Entiéndanme: el euroescepticismo era una postura de inicio, tal vez una forma de defensa contra las decepciones que, aunque no lo parezca, en el fútbol son más habituales que las alegrías. Pero, miren por dónde, las cosas han ido mejor de lo que esperaba, así que estoy encantado de que el Athletic haya llegado donde ha llegado y espero que siga todavía más allá, aunque por septiembre veía por delante un camino largo y tortuoso.
Largo ha sido y está siendo, que la final está a dos partidos todavía, pero no ha sido tan tortuoso como me esperaba, porque el equipo de Valverde lo ha sabido llevar muy bien durante todos estos meses. Como el propio entrenador, que ha jugado de manera eficiente con las fuerzas de sus jugadores administrándolas para que los depósitos de gasolina no se agoten.
Y ante el Rangers, el Athletic volvió a sacar lo mejor de sí mismo. Destapó ese tarro de las tradicionales esencias que han adornado al equipo rojiblanco durante toda su historia. Ni una gota de sudor se escatimó entre los 16 jugadores que saltaron al campo. Pero lo bueno del equipo que nos ha tocado disfrutar en estos tiempos es que una cosa es la transpiración, que todos damos por supuesta, pero es que además está aderezada de inspiración. Porque este es un grupo con mucha calidad que rebosa por todos los poros de muchos de los futbolistas de la plantilla, y basta con poner el ejemplo de los dos goleadores de anoche. Solo porque les tocó a ellos, no porque fueran los mejores, pero Nico Williams y Sancet son dos futbolistas que triunfarían en cualquier equipo del mundo. Y esperemos que no lo hagan y sigan aquí. Pero resulta casi conmovedor ver a Vivián aparecer como un toro en cada cruce; a Yeray hacer lo mismo. A De Marcos subiendo la banda como si tuviera todavía 25 años, y poniendo balones que son medio gol.
Observar a Ruiz de Galarreta, también en su segunda juventud, como si fuera un debutante, que casi lo es a pesar de su edad, poniéndole cuajo y ritmo al juego, y a Jauregizar con la motosierra, cortando de raíz cada intento del Rangers para después tocar la pelota con criterio de veterano. Es el fútbol de Maroan, deprisa, deprisa, listo como el hambre para provocar el penalti que abrió el camino. En fin: es gratificante constatar el partidazo descomunal de Iñigo Lekue, tan denostado tantas veces y que frente al Rangers fue uno de los mejores sobre el césped.
Todo funcionó bien durante el camino, así que los euroescépticos de primera hora nos hemos quedado, afortunadamente, sin argumentos. Ahora es el momento de creer firmemente en que el Athletic será capaz de asaltar Old Trafford una vez más.
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