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La TVE de Sánchez cada vez se parece más a una galleta china de la fortuna: te la ponen en la mesa sin pedirla y ... parece gratis, aunque al final la terminas pagando con la cuenta. Además, crujiente y sorpresiva, de su interior a veces sale un papel con una predicción de Tezanos que no has pedido o con una reconvención moral de Sánchez para que comprendas si no eres tonto o facha que la felicidad no hay que buscarla en la alternativa privada o en la oposición, sino que está a tu lado. Al lado de la cara buena del mundo, claro, la de la versión interpretativa que marca la jerarquía política e informativa de la tele pública, la opción del poder que gobierna con evidente superioridad moral o, por supuesto, la del modelo de entretenimiento más conveniente para divertir e informar, aunque a veces sea imposible ignorar que lo que realmente ha salido de la galleta televisiva no sea sino una dosis saciante de pan y circo para el solaz de las masas.
Pues sí, esta última es precisamente la nueva propuesta de TVE, 'La familia de la tele', el revival huachafo y casposo del cotilleo y el aserto ligero, convertido en novedoso servicio público para la educación y la transmisión de valores a cargo del sufrido contribuyente. Seguramente, esta nueva propuesta creativa de la factoría gubernamental dará sus réditos en términos de audiencia o en los de una sugerente hipnosis regresiva que nos desahogue de los problemas del presente, a cambio de devolvernos al pasado rosa y tombolero. Nada sorprendente en la España de los trenes saboteados, de los apagones inescrutables o de las opas plebiscitarias, en fin, de no ser porque uno pensaba que el servicio público de televisión era algo más serio que el despropósito contenido en una galleta china.
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