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Bajo presión, Donald Trump necesitaba presentar un trato comercial que apaciguara a los mercados y a la opinión pública, ante el temor de que su ... caos arancelario dispare la inflación y provoque la temida recesión que el gobierno de Joe Biden fue capaz de conjurar tras la pandemia. De entre todos los grandes gobiernos a mano para un pacto expedito de cara a la galería, el primer ministro británico Keir Starmer, fue el más dispuesto a jugar el papel que requería el autor de El Arte del Trato.
Con ello el Reino Unido se convierte en el gran aliado de EEUU y se beneficia de la reducción promocional de aranceles, que permite a Trump anotarse su primera gran victoria comercial. Como resultado, el mercado británico verá «inmediatamente» reducidos los aranceles de automoción en la mayoría de los casos del 27.5% al 10%, ya que el mínimo anunciado por Trump el 2 de abril se seguirá aplicando. La tarifa de descuento afectará a los primeros cien mil vehículos que exporte el Reino Unido a EEUU. Dado que el año pasado sus exportaciones fueron de 101.000 vehículos, se trata prácticamente de su totalidad y solo se le pone techo al mercado.
EEUU también elimina el 25% al acero y al aluminio. A cambio, el Reino Unido cancela los aranceles al etanol a los 700 millones de dólares que exporta EEUU y acepta condiciones de mercado «recíprocas» a la carne de ternera, sacrificando así los estándares de equivalencias sanitarias, que desde los años 80 ponían freno a la carne hormonada, clorada y tratada de forma insalubre, así como a las normas de trazabilidad para frenar las enfermedades infecciosas que pudieran traer.
En la Casa Blanca reinaba el entusiasmo, por el resultado de unas negociaciones que comenzaron el 18 de abril con una llamada personal de Trump a Starmer. «Hemos cerrado un trato que todo el mundo dice hubiera tardado tres años», celebró triunfal el secretario de Comercio, Howard Lutnick. En superlativo, Trump lo llevó todavía más lejos: «Llevaban 30 años intentando firmar este acuerdo». La celeridad, dijo, «ha sido posible porque hemos volado todo el sistema», se congratuló. Ciertamente, desde su «Día de la Liberación» del 2 de abril en el que anunció una traca de supuestos «aranceles recíprocos», que asignaba un porcentaje mínimo del 10% hasta a las islas de pingüinos, y escalaba sin ton ni son el impuesto en distintos porcentajes para cada país del mundo, el comercio global ha estado sumido en el caos. «Todo el mundo está desesperado por hacer tratos con nosotros», se ufanó Trump.
Starmer, al teléfono, en altavoz frente a la prensa, jugó su papel de adulador celebrando «el fantástico trabajo» del presidente «increíble» presidente y su equipo, en el 80 aniversario del Día D en el que ambos países lanzaron una operación militar para rescatar Europa de los nazis. Una coincidencia de tiempo que, «puede que sepas o no», le dijo. Desde entonces, «EEUU y Reino Unido son los dos aliados más cercanos». El acuerdo alcanzado servirá de modelo para otros países, aseguró Starmer. Por el momento impulsará el comercio entre ambos países, creará empleos y abrirá mercados, afirmó el primer ministro británico. Si bien el acuerdo se centra en cuatro sectores clave, «es una fantástica plataforma» para seguir afinando «detalles». Eso incluye al sector tecnológico, en el que según el mandatario británico ambos países «son los únicos de Occidente que suman billones de dólares» en ese sector.
Según el secretario de Comercio estadounidense, Howard Lutnick, el pacto añade 5.000 millones de dólares en oportunidades para exportadores estadounidenses, mientras los aranceles actuales generarán otros 6.000 millones en ingresos para el Tesoro. «Es la prueba de que incluso con una balanza comercial equilibrada, se pueden abrir nuevos mercados cuando se negocia con firmeza», dijo.
Más allá de los términos económicos, que no entusiasmaba a los analistas de Wall Street, el pacto tiene un fuerte componente geoestratégico. Trump anunció que el Reino Unido será incorporado a un nuevo «alineamiento de seguridad económica» con Estados Unidos, un marco que contempla controles de exportación, refuerzo industrial y protección de sectores críticos como el acero y la defensa. «Ambos países comprenden que la seguridad económica es seguridad nacional», afirmó.
El mandatario estadounidense aseguró que esta es solo la primera de las buenas noticias que reserva a los mercados. «Muchos otros acuerdos están en fases avanzadas», prometió Trump, con una amenaza. «Si a este país le va mal, el mundo entero se hundirá».
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