Avanzado el año 1900, el investigador Manuel Díaz de Arcaya fue protagonista de un hallazgo singular. Inspeccionando los rincones de la Basílica de Armentia, encontró ... oculto tras el altar mayor un sagrario de piedra incrustado en el ábside bajo el ventanal izquierdo. Se trataba de un bello templete de estilo gótico flamígero de principio del XVI que, posiblemente, nunca llegó a cumplir con su misión.
Ponemos en duda su utilización porque fue colocado en un momento en que la basílica atravesaba un momento difícil. Había perdido la categoría de Colegiata en 1498 en favor de Vitoria por ser «inviable la permanencia» de los canónigos en aquellas dependencias. Conseguido el traslado, tras los informes perniciosos esgrimidos, se logró colocar la singular hornacina coronada por una bella escultura de la Piedad.
No tenemos datos para determinar cuándo se ejecutó la obra. Si hacemos caso a los canónigos, necesariamente hubo que esperar a que Armentia se pudiese recuperar de su situación lamentable en la que se encontraba. En la petición que en 1387 dirigen al Papa Clemente VII para lograr el deseado desplazamiento, incluyen una desgarradora descripción al indicar que viven «al pie de unos bosques, donde se perpetran males y existen depredadores y ladrones, con asesinatos, opresión de mujeres, estragos y muchas otras cosas horribles; y que dicho pueblo está completamente destruido y abandonado por los habitantes, y apenas está habitado por seis u ocho personas muy pobres, que no pueden vivir seguras en sus propias casas, y habitan debajo de los muros de dicha Iglesia». Esta lastimera narración dudamos que tenga visos de realidad porque habría supuesto el finiquito no solo de la basílica sino de toda Armentia. Lo que estaba claro era la existencia de problemas derivados de conflictos de intereses y el desmoronamiento de estructuras.
En esta situación límite de comienzos del XVI creemos encontrar indicios de querer reflotar un barco que iba a la deriva. El momento que vive la iglesia de Armentia contrasta con el esplendor de la vecina de Lasarte, donde los libros parroquiales «reflejan una situación económica desahogada». Este es el momento, entendemos, en el que la colaboración entre los dos templos estuvo presente. Armentia, con necesidades estructurales importantes, cedía dos ventanales románicos, que Micaela Portilla describe con influencias del tímpano 'Cristo y los Apóstoles', para que Lasarte embelleciera su iglesia gótica a punto de concluirse. Mientras que el cantero «maestre ABETA», que había colocado un sagrario plateresco de piedra en la cabecera de la iglesia de Lasarte, es muy probable que fuese el artífice del sagrario de piedra de Armentia. Un sagrario que aporta algo de esperanza en una situación tan adversa. Es curioso que ambos sagrarios realizados en la misma época fueron ocultados por el altar mayor y ambos descubiertos en el siglo XX.
Otro dato que habla de intentos de recuperar Armentia lo encontramos en el enterramiento que se encuentra en el pórtico, bajo el tímpano del Cordero, que fue el único sepulcro que se ejecutó en lo que fue la Colegiata armentiense. Esta insólita situación la describe Rafael Floranes y la protagoniza el Licenciado Juan Alonso de Gámiz, hijo de Vitoria, capellán y comisario del Consejo y Cámara del emperador Fernando I de Austria y de su hijo Maximiliano, Rey de Bohemia. Su testamento, fechado el 2 de febrero de 1570, confiesa que «viejo y cansado se retiró a su patria Vitoria y de allí a Armentia a morir sin inquietud».
Junto a estos dos intentos de recuperar el prestigio de la que fue obispado y colegiata, llegan noticias desde el Concilio de Trento, iniciado a mediados del XVI, con órdenes precisas para ubicar los sagrarios en el punto más importante del altar. El resultado fue que tapando el sagrario de piedra se colocó un espléndido retablo barroco que ocupaba todo el ábside con un llamativo sagrario nuevo que atraía la mirada de los fieles. El de piedra quedó oculto y olvidado durante cuatro largos siglos. Ni siquiera en la gran reforma de 1776 hubo constancia de su existencia.
Cuando en el verano de 1900 Díaz de Arcaya descubre, tras el altar mayor, las curvas de un perfecto ábside románico con su esbelta bóveda de cuarto de esfera, se toma la determinación de desplazar el altar y el sagrario para recuperar la soberbia visión de la iglesia medieval. De aquel altar sólo quedan el grupo escultórico de Pentecostés situado en el lado izquierdo de la nave y la imagen de San Andrés en el brazo derecho del crucero. Por su parte, el sagrario de piedra se encuentra en el brazo izquierdo del crucero cumpliendo la función para lo que fue creado.
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